viernes, 17 de agosto de 2012

Vivirse a la contra


Puesto a escribir historias, probablemente las únicas de algún interés sean aquellas en que te presentas o en que das voz —es difícil saber dónde empieza esto— a personajes con los que en vivo ni te molestarías en cruzar palabra, porque, al hacerlo, con quien acabas conversando en nombre de tu hemisferio real es con el reverso de tí mismo, con ese hemisferio de posibles en el que ocultas tu lado oscuro y retorcido. El interés que concedo a las historias es ante todo terapéutico, no me arriesgaría a hablar del artístico. Al fin y al cabo puedes de ese modo enviarte por escrito esas llamadas a la sensatez que nunca oyes entre tanto ruido y aplicarte además a hacer las paces contigo mismo. Decir que el experimento te da más, otro o mejor cuerpo es exagerado; es cierto, sin embargo, que todo ese coro de personajes, oportunamente engranados en acciones, acaba por integrarte en la historia como otro personaje más, si bien algo especial, porque ahí propiamente no te manifiestas. Visto desde la realidad, lo que engendras es un capricho, un juego polifacético en el que te reconoces; dentro de la historia vives los hechos desde tu camaleónico contrapersonaje. Pero lo mejor de todo es que, quieras que no, con ese truco de hablar a los fantasmas ves que felizmente te reinventas.

No hay comentarios: