viernes, 24 de febrero de 2012

La medicina de siempre


Tras indagar en mi relajada conducta y constatar mi aversión a cualquier profilaxis, por todo diagnóstico el médico concluyó que toda esa laxitud me había convertido en un sistema de recorrido errático, de manifestaciones irregulares y de reacciones poco temperadas si no extremas; en definitiva, un mecanismo profundamente inestable, un objeto sin sentido claro y sin acomodo posible entre los restantes, una pieza huérfana.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Monstruos polémicos


Es un hombre de excepción, un polemista nato. Sobre sus hombros luce dos cabezas portentosas y en perpetuo desacuerdo.

martes, 21 de febrero de 2012

Sueños y estrellas


El que maneja sueños confunde verdades, el que confunde verdades acaba apagando estrellas y el que apaga estrellas vuelve a rebuscar en sus sueños.

Quería ser esto una especie de ciclo argumental, pero releyéndolo tengo dudas más que razonables. Más tendente a sugerir que a deducir, con esa voltereta retórica se quiere explorar donde nada podemos afirmar. De ponernos a hilar fino, lo primero sería identificar a quien media en el argumento y reúne concluyentemente esos tres talentos, a saber, manejar sueños, confundir verdades y apagar estrellas. Pero seguramente es demasiado el censo a explorar para tan vagos predicamentos. Ni siquiera es seguro que esos talentos sean tales ni que sean del todo compatibles, ni que haya quien sea capaz de retenerlos juntos. Así que dejemos a un lado a esos elegidos y aflojemos un poco la lógica. Por eso no nos van a faltar conclusiones. Puede que el mundo sea más comprensible contemplado desde esa rueda de sueños, de verdades y de estrellas negras. Al fin y al cabo la vida suele seguir esos ciclos angustiosos, aunque la lógica intente rectificarlos sin éxito.


sábado, 18 de febrero de 2012

Nuestro tiempo


Vivimos una época en que el tiempo ha pasado a tener efectos corrosivos. Ya no avanza sino que penetra en nosotros con efecto devastador para borrarnos del futuro.

jueves, 16 de febrero de 2012

Escena final


Dejarse ver en plena crisis, camino del fin del mundo, con gesto seco y austero, reclamando público arrepentimiento y sobriedad, ni merece crédito ni impone respeto. A quien no infunda miedo, esa imagen levítica sólo puede moverle a compasión cuando no a rechifla; lejos de su pretensión, a nadie inspira esperanza y aún menos fervor.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Tremendismo


Corren tiempos en que que viene el lenguaje tan veloz en su intento de señalar conceptos y cosas que suele atropellarlos con la primera palabra que la boca encuentra. Tras ese atropello, lo que pueda quedar de verdad en lo expresado es complicado de valorar. Frente a la realidad, la verdad se nos ha vendido como un esfuerzo personal por hacernos sitio de inmediato en esa espesura que nos envuelve. Sólo la ciencia ha presentado la verdad como un intento colectivo de explorar poco a poco lo real con sutileza. Quienes siguen la primera vía creen descubrir la verdad entre lo suyo y, teniéndola después por algo propio, crean en torno a ella un dominio de peaje. Los segundos, con un afán menos posesivo, van viéndola surgir a medida que en su búsqueda ajustan instrumentos y perfeccionan métodos. Con el lenguaje empleado para afrontar la realidad sucede como con el instrumento: cuando se carece de uno adecuado, la verdad se acaba estimando a tientas. La ve uno perderse en voluminosos tratados, cuando seguramente habría destacado mejor en sucintos informes. Por eso no es extraño ver al que quiere mostrarse espléndido en su saber enluciendo su enorme chiringuito con la brocha gorda. Con esa ambición tan ridícula su lenguaje resulta siempre forzado, trastocado o vampirizado, como quiera verse. En este sentido el caso de los calificativos es peculiar. Quien impone con urgencia la intensidad en lugar de sopesar el matiz pronto distorsionará cualquier descripción y la orientará según el polo que marquen sus emociones. En un analista el gusto por el adjetivo ingenioso, deslumbrante o arrollador suele ir siempre en detrimento de su capacidad para precisar términos y para exponer relaciones conceptuales. Surgen de esas desviaciones análisis muy poco certeros. El lenguaje analítico tremendista, hoy en boga en las columnas de opinión, es nefasto para cualquier relator de hechos, tanto más para quien pretende valorarlos. Y si para el análisis es devastador, tampoco como género literario aporta el tremendismo demasiada verdad. Su valor testimonial es discutible y su oficio dirigista demasiado manifiesto. Resume con acierto su interés literario el anónimo autor de la entrada en la Wikipedia al señalar: «El tremendismo es una forma particular de describir la realidad bajo la óptica de la exageración, utilizada a veces para crear en terceros la idea de que una tragedia es inminente, con el fin oculto de inducir a una determinada decisión, que se hace ver como la única capaz de evitar el suceso nefasto».

martes, 14 de febrero de 2012

Defendiendo mi presente


Cuando creemos haber superado, aunque sea con desigual fortuna, los sucesivos aprendizajes a través de los cuales se nos ha ido guiando, la primera sensación es de extrañeza. Le sigue cierto desahogo y desde esa posición pasamos a la condescendencia con el sacrificado ascenso del resto de aprendices. Pero esa simpatía tampoco dura demasiado y, a medida que tomamos conciencia de nuestra holgura, arbitramos nuevos peldaños, normas y exigencias con la falsa intención de atraerlos a una perfección que nunca encarnaremos y la secreta esperanza de que su avance sea productivo pero interminable.

lunes, 13 de febrero de 2012

El círculo de la escritura


Se puede escribir por placer, por necesidad o por disciplina. Pero el placer es efímero, es un relámpago, y la necesidad sigue sus ciclos, sean vitales o sociales. Lo que queda como sostén es la disciplina, en la que cualquiera puede ver la antesala de la rebelión o de la rutina. Dos salidas un tanto dispares. La rutina nos remite a un ejercicio metódico, a veces profesional, de la escritura, más propio del observador, del cronista y del analista que del muñidor de expresiones. En ese creciente desapego la rebelión quiere ser, a su vez, un acto de reajuste y también de justicia. No se trata de perseguir los hechos sino de dar a cada instante su expresión justa. Vuelve con ella el tormentoso placer de los primeros poemas y de paso se satisface alguna que otra necesidad inconclusa.

viernes, 10 de febrero de 2012

Al servicio de la marca


¿Monarquía o república? ¿Unitaria o federal? Eso depende. ¿Cuál es la que más vende? A la hora de reinventarse como imagen-país, o como país imaginario, uno debe cambiar el viejo ropaje nacional y vestir su régimen social ante el mercado de marcas con la fórmula más competitiva, potente y creíble. No olvidemos que la marca es imagen de fiabilidad y que detrás de ella está la cotización del capital humano, cifrada en sencillos números que registran al minuto la capacidad y la seriedad de los anónimos que empujan. Realmente esto es lo que hoy vende, y no la historia. Nada de historias, cuando hablamos de las cosas serias. Los monumentos vetustos, las viejas luchas intestinas, la cultura de los antepasados, los funestos reinos de taifas sólo son reclamos para el turista. Lo que importa a la hora de hacer valer una marca es dejar oír una única, recia y firme voz. Y a estos efectos es mejor lucir músculo sacando a desfilar a la tropa bajo la sagrada bandera que ofrecer jergas, cocinas e idiosincrasias varias. Como el desfile no es para diario, mejor sustituir la tropa por una pequeña escuadra de lucidos gastadores a los que se destacará para batallar de falsete, como deportistas, en todos los torneos donde se cotice la marca. Serán ellos los encargados de mostrar al mundo, y a la clientela, lo que se compra. Se ofrecerán como ejemplo de los valores humanos ocultos bajo ese señuelo y como prototipos, según venga el cuento, de una ciudadanía sana, de un pueblo fuerte o de una raza brava. Que la nomenclatura rechine tampoco debería ser problema, pues comparado con los deportistas poco o nada aportan los derechos individuales o colectivos a esto del mercado de marcas. Estaríamos en realidad hablando de cuestiones menores, ligadas a un ordenamiento constitucional que por flexibilidad debería en todo momento ajustarse a la conveniencia. Esto hace a muchos preguntarse qué calificativo convendría al Estado en la marca España. El tema ha sido ampliamente debatido y no tiene respuesta fácil, por eso conviene sopesarla buscando la mejor renta comercial. Hoy se lleva mucho el Estado de derecho, aunque sospecho que mejor sería de cohecho, y si es impropio aún sería mejor el Estado de gracia. Ese estado ha ido calando hasta llegar a la cuestión medular de la marca y sus defensores. Véase si no al ministro García Margallo, tocado de lleno por la gracia, cuando a bocapronta, pero en castellano bien hueco, proclama: «Los deportistas españoles son un elemento importante de ese conjunto de activos que forman la Marca España al servicio de la imagen del país». Al respecto la Casa Real ha emitido un breve comunicado que concluye: «Como histórico pasivo de la marca y a los meros efectos del saldo positivo que me toque, suscribo, firmo y rubrico esa agudeza».

martes, 7 de febrero de 2012

Izquierda y derecha, hoy


La izquierda ha pasado a ser tan cortés que difícilmente puede ser valiente. Con lo que tuvo de hacendosa, se ha quedado sólo en digna y de día en día más frágil; de poco le ha valido haber sido ilustrada, si todo lo que un día tuvo de curiosa lo tiene hoy de indecisa. Acostumbrada a esgrimir razones de interés público, se ve ahora obligada a seducir a su clientela —un éxito siempre dudoso— por temor a verse dominada. Es tan propensa a abochornarse con sus errores que resulta presa fácil para sus detractores, que no cesan de amedrentarla a gritos en el centro de la plaza. Desplazada a un sórdido rincón, atiende ahora consultas de los disconformes sobre los que derrama generosa su bálsamo reparador. También para los alterados ha dispuesto un gabinete que diagnostica con prontitud el trastorno y reconduce el desorden a base de fomentar esperanzas enérgicas. No sé si podrá conseguir mucho por estas vías, y más cuando por el otro lado se avasalla. Estos otros han entrado sin demasiadas dudas. El tiempo que han pasado acechando el poder, lo han vivido como un ejercicio baldío, democrático claro, pero fundamentalmente un penoso accidente. Con el pase por las urnas, muestran el aplomo de quien detenta el poder como si fuera de su propiedad. Su democracia no es de delegados es de procuradores y a la cabeza de la tropa, para que no haya equívocos, han puesto a un registrador de la propiedad. Han vuelto con su fórmula tradicional, la que reclama como derecho de la derecha hacer lo más propio a fin de que venga a ser propio lo que se estimaba compartido, que pasará a ser de su partido como carga liviana y muy rentable propiedad.

lunes, 6 de febrero de 2012

El tiempo y su escritura


La fe no sólo mueve montañas, a veces extiende su poder a territorios más prosaicos e impone en ellos cómodamente sus dogmas. A muchos les mueve la creencia, por ejemplo, en criterios estéticos superiores, gracias a los cuales pueden valorar cualquier estilo literario por contraste con un canon ejemplar, artificialmente constituido como síntesis de ciertos estilos personales, que juzgan incontestables y les resultan simplemente afines. Previamente cierta crítica ha elevado los rasgos básicos de esos estilos a la categoría de condiciones objetivas para la declaración de excelencia. Cualquier observador verá prevalecer en toda esta doctrina dos ideas fijas: la intemporalidad de la belleza y la existencia de un estilo óptimo para la expresión en una lengua.

Dejados a un lado los errores ortográficos y ciertas indisposiciones sintácticas, lo que muchos ofrecen en frases cortas, otros lo dan en frases más largas, lo que algunos expresan con un léxico florido y selecto, otros lo abordan con el lenguaje urbano. Decidir cuál es el más atinado ya sería difícil, porque ponemos de por medio la realidad que esos estilos reflejan y el ajuste alcanzado en el ensayo, pero decidir cuál es más atractivo y poner grados a lo estilizado es aún más difícil. Para complicar aún más estas graduaciones habría que tocar también el aspecto funcional, es decir el destino final de lo que se escribe. Lo que en un principio son cruces chirriantes entre lo funcional y lo literario, entre lo natural y lo amanerado, bien puede obedecer a la búsqueda para el mensaje de contextos equívocos y en definitiva a una elección estilística distinta. Es verdad que este experimento, en ocasiones incomprensible, suele tener un tono desviado e insoportable, pero ese instrumento suele ser también el único adecuado para expresar nuevas situaciones.

En todos sus niveles, desde el léxico, a la sintaxis, al estilo y al género empleado, los escritos quieren ser una respuesta a lo que con el tiempo nos llega y subsisten a partir de entonces como signos de ese tiempo. Se da, sin embargo, la paradoja de que, mientras que quien escribe cree expresar en palabras el sentido de su tiempo, es el tiempo el que parece ir dictando el sentido de esas palabras. La paradoja confirma que no existe neutralidad temporal y que el lenguaje fija sobre todo momentos y modos. Seguirá habiendo quienes crean que un estilo puro avala la verdad y la belleza. No hay mejor credo cuando uno pretende escapar de este mundo, cuando ha renunciado a entenderlo. Esas sensaciones no son nuevas. Probablemente estaban en circulación cuando Robert Musil acertó a expresarlas de este modo: «No hay nadie en el mundo entero que sepa liberar sus pensamientos de los ropajes lingüísticos de la época. Es por eso que ningún hombre sabe cuánto hay de cierto en todo aquello que ha escrito, y la razón por la cual al escribir ningún hombre es capaz de trastornar tanto las palabras como éstas al hombre mismo».


domingo, 5 de febrero de 2012

Actores al natural


Los estudiosos conseguirán sin aparente esfuerzo intelectual remontarse hasta el diálogo para encontrarle orígenes a la entrevista como género, aun a costa del versátil Sócrates y de su círculo de incondicionales. Apuntarse ese tanto es apuntalar en tierra firme construcciones literarias cada vez más movedizas y en ocasiones ruinosas. Ni entonces ni ahora abunda en esos intercambios verbales la franqueza, por lo que hemos dado en suponer que todos son meras puestas en escena. Excepcionalmente a beneficio de quien pregunta —me estoy acordando de Oriana Fallacci— y generalmente, por convenio editorial, de quien responde. Eso no significa que el interrogador no se reserve algún cartucho, mayormente para agitar la turbia conciencia, la flaca memoria o la decidida estupidez del entrevistado. Los que nos sabemos limitados ganamos poco en esas lecturas, por eso siempre nos quedamos con algún dato menor de la enorme cascada de palabreo manejada en el curso de esa «franca conversación mantenida cara a cara por este humilde reportero con ...».

En mi rutinaria inspección de la prensa, me encuentro hoy domingo con un par de entrevistas de muy distinto tono. En la primera Jesús Ruiz Mantilla entrevista para El País a Amparo Baró. El diálogo es distendido, cordial y de la parte interrogada suena a sincero, lo que no es poco. Está el obligado preámbulo llamando al público a las taquillas del teatro, pero lo que importa verdaderamente es la reflexión de Amparo sobre su profesión. Aquí, como tantas veces, el curso de la conversación es un tanto disperso, pero deja notas sabias. Me quedo de entre todas con esa en que habla de la construcción del diálogo en escena: «Es esencial la generosidad. Saber que si haces la pausa, te mira; que cuando coloca una frase, tú la observas y la dejas hacer, esa compenetración... El teatro, vamos a ver, es sentido común y algo de oído, si no mucho...». Algo se podría inferir de esa cita también para lo que se hace para la imprenta. A veces esa construcción teatral de la naturalidad supera con creces en cuanto a verdad a la supuesta naturalidad de los que se enfrentan como caricatos a las preguntas del reportero.

Esto me lleva a la segunda entrevista, también de un actor. La firma Elizabeth Day para The Observer, y su objeto, bien podría decirse de deseo, no es otro que Vincent Cassel. El no tiene la culpa de esos animados prologómenos entre miradas, sonrisas, fotografías y otras escenificaciones. Asume como cuestión de oficio su papel de genio encantador ante la prensa. El catálogo de todas esas naderías no abruma tanto como las rúbricas que la informadora va colocando entre las convencionales respuestas de Cassel. Por eso lo más llamativo aquí, lo que reclama cita, es la cobertura fotográfica que acompaña a sus bobas declaraciones y ese formato que empieza difundirse en algunos medios. Bajo una foto del apuesto Vincent con intencionada pose podemos leer todo esto: «Polo shirt £149, Paul Smith (harrods.com) Trousers £385, Jil Sander (selfridges.com). Photograph: Joanna Van Mulder for the Observer». En las restantes lo mismo. Es de justicia atribuir el disparo a su autora, es de justicia atribuir la propiedad del polo al almacén que lo cede, es de justicia indicar su fabuloso precio. Pero es demasiada justicia para el castigado lector. No voy a decir que salga con el batín de casa, ese de colorines, pero seguro que tiene armario como para lucir con naturalidad su forma de ser. ¿No decíamos que la vestimenta imprime carácter como si fuera una segunda piel? Pues bien, para la entrevista agradeceríamos ver la genuina, la primera. No me imagino a la Baró con un pie de foto recompuesto para la publicidad. Afortunadamente en la suya sólo dice, y esta vez haciendo estricta justicia, Jordi Socias.


sábado, 4 de febrero de 2012

Suerte para el pasajero


Puente de Santiago sobre el río Mapocho, Chile
Barón de Bouganville, Journal de la navigation autour du globe (1837)
Conservo del corte musical inferior la fecha en que lo grabé. Fue el 2 de diciembre de 2011, hace dos meses. La película de la que procede, «El árbol de la vida», ni siquiera la he visto. Es posible que no llegue a verla —añadir que nunca sería demasiado. Lo que temo de las imágenes es que empañen la fuerza evocadora de esa música y que acaben por fijar una emoción, que aun hoy se mueve libre al vaivén de mi ánimo cuando la escucho. Parecida impresión tuve ese día y para que no resultara amarga para siempre, evité fijarla por escrito en este blog. Sería tan cruel como clavarse un clavo para que pudiera lucir mejor el cuadro colgado en él. He esperado a que ese clavo no doliera. Ahora sé que nunca dejará de doler. Hay fechas en que todo cambia repentinamente. Crees que a la aceptación de lo inevitable, de aquello que no está en tu mano, le seguirá el consuelo de la resignación y que después llegará la comprensión, porque presumes impensable el olvido. Lo que ahora te toca es repensar momentos, entretener recuerdos y acallar así temores. De poco sirve ya pensar cuándo, por qué y para qué se ha ido. Tu sigues aquí, y aquí continúas trabajando mientras piensas, por aquí andas perorando mientras piensas y desde aquí acabas escribiendo mientras piensas. También hay días como hoy, en que la melodía te sorprende de nuevo mientras piensas y te dice que confíes, que un nuevo mundo benigno y próspero ha acogido a ese pasajero con el que viaja lo mejor que quedaba de ti.



River, Alexandre Desplat,
BSO The Tree of Life (2011), dir. T. Malick.


viernes, 3 de febrero de 2012

Registros y usos varios


Spintria, moneda romana usada en prostíbulos
Ahora que dicen que las cosas van en serio, parece que el contrato para el uso y beneficio mutuo de los cuerpos sólo tendrá valor público si está debidamente registrado y escriturado ante notario. Quieren que, con independencia del valor que en privado se otorgue a esta saludable actividad, cualquier otro acuerdo sin ese requisito carezca de amparo legal. A efectos administrativos, si son casos de mutuo avenimiento, es decir si no merecen tratamiento penal, serán asimilados a los amachambrados de ocasión y perseguidos por la autoridad como ejercicio ilegal de funciones fisiológicas. Para que los lupanares y demás establecimientos dedicados al disfrute carnal gocen de respaldo público, deberá el propio cliente, según dicta el reglamento actualmente en tramitación, registrarse ante un ilustre notario colegiado antes de hacer uso de alguno de los cuerpos en oferta, si bien se le exime de formalizar el acto ante él.

jueves, 2 de febrero de 2012

Divulga, que algo queda



Según prescribe el manual del astuto divulgador, para que la gente ame de verdad la naturaleza no hay mejor cuento que aquel que hace saludar a las ranas, hablar a los músculos, disimular a las arcillas, obedecer a las moscas, esconderse a las flores y abrazarse a las células. Escribir ese guión no es difícil del todo, lo difícil es que el lector se entregue a él, que se integre en ese pandemonium y que no acabe como un grillo.