jueves, 16 de agosto de 2012

Caperuzón y la prensa feroz


Como todos los jueves, sale hoy de nuevo a su balcón virtual para ponerse a disposición de sus lectores y pulsar su «insustituible» opinión un «influyente crítico de cine y feroz columnista de televisión y de la vida» al que cubriremos con un caperuzón para salvar su identidad. Así lo presenta El País, periódico que le paga y que a su vez saca renta de su «influyente» pluma y sus «feroces» humoradas. En principio ser crítico carece de mérito, todo depende del tamaño del salón. Serlo con plataforma y altavoces es diferente y si entraña riesgos puede ser heroico. No calibro del todo los peligros que pueda llegar a correr nuestro hombre, pero tiendo a creer que, pese a sus desabridas críticas, es visto por sus lectores como un entrañable funcionario de esa casa y poco más. Su lanzamiento en portada como cascarrabias inflexible debe formar parte de esas exigencias del guión a las que el crítico se aviene sin mayor apuro. Eso no quita para que, si el personal sintoniza con sus críticas, pase a ser cabecilla de una corriente de opinión y hasta su primer portavoz en esos teatrales debates en que se enredan a diario las cabeceras madrileñas. No obstante, nada de lo anterior justificaría estas líneas. Lo que me ha puesto definitivamente en guardia es saber que un órgano de prensa tan comedido ha dado suelta, para vigilar desde sus páginas, a este hombre como «columnista feroz». Algo está cambiando cuando gente tradicional y editorialmente proclive a la casuística, aunque algo reactiva al verdadero análisis, pasa a «poner en valor» la ferocidad periodística. Bien es verdad que estamos hablando de un simple reclamo, pero, amagando con foto y todo, la presentación de ese crítico depredador tiene algo del león rugiente de la Metro. Y aunque el susto se pasa, la perplejidad no cede. Que alguien vaya de columnista de televisión en negrilla entra dentro de la regla en prensa, porque bien lo merece quien se apresta a educar el gusto televidente, ¿o no va de eso?. Ahora bien, leo acto seguido «columnista de la vida». Sacada del soporte publicitario, así en crudo, la denominación es como de Gila. A ver, ¿qué sostiene éste con su columna? Pues la vida. Ahhh, tremendo oficio. Ni Hércules consiguió tanto, y mira que lo intentó, hasta que el tinglado se le vino encima. Espero que no le suceda a nuestro hombre lo mismo. La ferocidad puede ser su escudo, a menos que juegue como esos perros con dueño estricto, que acaban por defenderlo sin saber defenderse a sí mismos.

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