lunes, 13 de agosto de 2012

Dos interrogaciones veraniegas


H. Trotin, Dejeuner sur l'herbe (1940)
La intención de Horacio parece innegable en ese empeño por abarcar la moral entera y verso a verso enfrentarnos a dos cuestiones vitales. Más difícil es saber si le mueve la frivolidad, como Nietzsche le reprocha, o si su oda encubre una sátira sorda a Mecenas y su mundo, como otros afirman. Como quiera que sea, el propio Nietzsche bendice la primera pregunta, que por sí sola sigue siendo una cuestión siempre abierta, póngasele detrás la que se le ponga.

Recordemos brevemente. Inicia Horacio la tercera estrofa de su oda 11 del segundo libro glosando el triunfo siempre efímero de los planes de la naturaleza, su obligado sometimiento al cambio permanente y la lenta agonía en que se consuma periódicamente la desaparición de la belleza.
     No siempre las flores mantienen su gloria primaveral
     ni la luna brilla con un único rostro rojizo.

El vibrante canto hace que, a continuación, nos invada una amarga sensación. Toda esa ligereza natural parece despeñarse cuando nos alcanza la conciencia. Y con ella llega la hora de la economía moral.
     ¿Porqué fatigas tu limitado ánimo con proyectos eternos?

Tan aguda y dolorosa resulta esta interpelación, que penetra limpiamente en la carne, sin dificultad para eludir el contexto en que se interroga. Aligerar con un contexto de flores y lunas la gravedad del interrogante quizá sea signo de superficialidad, algo por otro lado muy propio tratándose de la naturaleza. Con todo, queda aún viva la cuestión. No parece, tal y como se sugiere, que permanecer impasible ante el mundo, mientras esos proyectos eternos se imponen a nuestro ánimo, sea el mejor modo de eludir el cambio, es más bien un modo de sucumbir a la ruina moral. Probablemente Nietzsche aceptó este punto en la interrogación y disintió para dar por frívola, que no por obscena, la que le sigue en la oda, donde el tono manifiestamente se relaja.
     ¿Porqué no podemos beber, mientras nos dejen,
     tendidos tranquilamente bajo el alto plátano y el pino


Puede que en esta nueva pregunta se recree el epicúreo. Apartar a la naturaleza del conflicto moral, concediendo que sus ciclos irremisiblemente nos incluyen, también quiso en su día ser remedio frente al romanticismo. Ahora bien, por insoportable que sea aceptar proyectos para el infinito, mal se entiende en esa visión alternativa que el ánimo, revestido solo de gozo, pueda llegar a imponerse al mundo. Dominarlo es una quimera para quien no se domina a sí mismo.


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