jueves, 24 de mayo de 2012

Jueces bravotes


Con el mazo no supo mantener el debido equilibrio. En su defensa alegó que, por enérgico que hubiera parecido su estilo inquisitorio, era una fase procesal crítica y que estaban a punto de aflorar los primeros indicios incriminatorios, lo que fue tajantemente desmentido por el acusado que se limitó a mostrar como evidencia del desmán judicial la pérdida de cinco de sus piezas dentarias, que seguramente el juez retuvo como indicios materiales. Como público jurado juzgamos que aquí el peso de la ley, simbólicamente representado por ese soberano mazo de hierro, fue demasiado ligero para este juez, que guerreó con él para hacerse con ventaja en la disputa, zanjando de un mandoble el riesgo latente que la dentadura del acusado representaba. Todo lo que podemos añadir es que al juez y al acusado, en presencia de las restantes partes personadas, fue necesario separarlos. El juez fue separado de su contundente mazo y el acusado a duras penas del banquillo, donde el fogoso ímpetu de la judicatura lo había dejado empotrado.

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