domingo, 6 de mayo de 2012

Díptico inesperado


Jacintos estrellados bajo el hayedo de Enekorri (Kintoa)
No sé por qué debe sorprendernos que existan lugares donde la vida sigue sus ciclos sin rendirnos cuenta. Siempre ha sido así, y fueron esos sitios muchos más de los que actualmente mantienen aún su regla. De correr de nuestra cuenta esto de los ciclos, seguro que estaríamos hablando hoy de primaveras nunca vistas, con eclosiones y estallidos llenos de variedad y colorido, fabricadas como escenarios pirotécnicos y encantadores para vivir en un pasatiempo inagotable. Lo asombroso, sin embargo, es que esta primavera que va entrando nunca antes fue vista, que es obra de estreno, rigurosamente inédita. Cumple con esos beneficios y rigores, que creemos conocer bien y tomamos por tópicos, pero da juego suficiente como para que el pronóstico naufrague en torrenciales aguaceros y en floraciones equívocas. Sabiendo, pues, que en cualquier paseo primaveral por previsible que parezca nos aguardan sorpresas, ¿por qué no puede ser que, cruzando por el hayedo profundo, se alfombre con estrellas y jacintos la ladera entera?

Despojos de un caballo en los prados de Enekorri
Al salir del bosque vi algún buitre planear vigilante por encima de nuestras cabezas y a los caballos pacer a sus anchas con sus potros por los prados. Uno de ellos, seguramente de esta misma semana, caminaba aún a tientas sobre sus cuatro enormes patas detrás de una yegua mansa. Sin duda una estampa cándida y tierna donde las haya. Y de la vida, sin ir muy lejos, a sus despojos, mondos ya y con el costillar apenas cubierto por los restos de una pelleta bermeja. Se recostó sobre su flanco izquierdo, presentando los cascos y dos patas estiradas, con las otras dejadas a resguardo, pensando en alzarse y huir de su infortunio pradera abajo. Probablemente levantó su cabeza con una última mirada antes de cerrar los ojos y apoyarla delicadamente en tierra. De lo que veía venir poco queda en esos gestos, que son a la vez señal de rigidez y abandono. Ahora que la vida bulle, en esa descarnada muerte buscan su refugio los recuerdos. Quedan muy frías en una imagen todas las primaveras viejas que agotadas por la intemperie guardan su silencio en esa osamenta dispersa.

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