sábado, 5 de enero de 2013

Manto de silencio


Un buen día, el olvido,
ese pesado manto de cenizas,
escapa mar adentro,
cubre una isla ya muy fatigada
en busca de soledades anchas,
de aguas benevolentes
de olas de refresco.

Nadie lo persigue
más allá de su entraña
cuajada de profundas huellas,
corazones comidos
por el ansia de los engranajes
en una noche de máquinas
aún ardientes y sonámbulas.

Al acecho los recuerdos,
ante océanos que resisten
su rumbo atormentado,
llegan encuentros ahogados
por furores agrios,
notas amargas, de despecho,
cuentas de libro viejo.

Rascas con las negras uñas
amores que no hubo,
descubres ofendido
una voluntad aviesa,
agudeza para la infamia
bálsamos devorados por sudores
rezumando azufre fiero.

Olvidado mejor te deseas,
en playas de un pasado
que te acaricia y engaña
con ese raso cielo sedante,
cómplice del pulcro silencio,
donde vives refugiado,
embozado en tu manto ceniciento.


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