lunes, 14 de enero de 2013

Fin de jornada


La calle depara hoy pocas sorpresas, porque al filo de la noche el invierno nos depara pocas sorpresas. Como única novedad tenemos la lluvia, que se cuela mansamente por las estrechas calles del casco viejo. Poco paseante, poca gente, y toda ella camino de su casa. La mayoría ha acabado la faena o corre a hacer el recado pendiente antes de que todo cierre. Unos se meten al arrimo de la pared para librarse del agua, otros bajo su paraguas, por mitad de la calle, como sus dueños. Abundan los solitarios, siguiendo a paso vivo su trayecto de rutina, mientras pequeños grupos copan la calle discutiendo a grandes voces su hazaña cotidiana. De estos últimos nadie podría decir bien si vienen o van, aunque todo se aclara al verlos entrar en uno de los bares de la calle. De vez en cuando suena un rugido seco y cortante, la bajada de persiana de la última tienda que quedaba abierta. A oscuras, por el hueco de la puerta, se asoma agachado un individuo e inmediatamente echa el candado. Recula luego hasta el centro de la calle y desde ahí lanza una última mirada al negocio. A continuación se larga. La calle se ha quedado desierta, sigue lloviendo y la leve luz de los faroles inunda la penumbra y amaga brillos por el pavimento.

No hay comentarios: