miércoles, 30 de enero de 2013

Arqueología personal


Ojo de Horus y cuantiemas egipcios
Hay un tipo de distancia, no sé si llamarla intelectual, que se nos impone repentinamente como si mediara un abismo entre nosotros y lo que vemos a nuestro alcance en el escritorio, y no precisamente por el tiempo que lleva ahí, sino por la lejanía en que aparecen envueltos papeles que apenas si reconocemos, sobre materias que nos resultan completamente extrañas, difíciles de volver a asimilar. Casualmente me aparece hoy una carpeta y de su interior extraigo uno de esos papeles: es la página 35 de una inédita Historia de la Aritmética y la Algorítmica. A continuación leo el titular del apartado 2.3 donde me propongo muy seriamente tratar sobre el empleo algorítmico de cuantiemas, una suerte de fracciones unitarias usadas por los egipcios. El tema es como se ve antiguo, la parrafada bastante más cercana, quizá cinco años, aunque no quiero revolver demasiado no vaya a averiguar hasta qué punto lo olvidado se me aproxima. Ha surgido como llegan estas cosas, haciendo limpieza entre los papeles amontonados en la mesa, en uno de esos ataques organizativos con los que uno quiere aliviarse de todo el peso muerto, de todo ese material pendiente de revisión, de todas esas tareas aparcadas para ser un buen día retomadas. Y, mira por dónde, aquí están mis borradores, convertidos en curiosidades arqueológicas, rescatados en estratos pensativos de un tiempo pasado, pero lleno de historia, de mi historia en este caso. No puedo asegurar que no siga dando vueltas mi cabeza como una noria y que insospechadamente levante todo eso para ponerlo en circulación como agua de riego. No es desde luego mi objetivo inmediato, tampoco veo los campos sedientos de esos saberes a decir verdad. Me reconozco en esas páginas, cómo no, pero hay otras obsesiones que me insisten urgentes, que reclaman asistencia. Desgraciadamente, si aquel primer abismo me aleja de temas como el de los algoritmos egipcios, no es menor el abismo que me separa del mundo real donde mi única asistencia parece siempre impertinente manía consejera. Lo peor es que, a diferencia del primer abismo, con este tengo la creciente sospecha de que con el paso del tiempo se ahonda y de que mi renuncia a todo aquello quizá haya sido inútil.

No hay comentarios: