lunes, 3 de septiembre de 2012

Las nuevas vidas


Con su economía lapidaria los latinos sentenciaban: Bis pueri senes, lo que viene a significar que el viejo es dos veces niño. El adagio, recogido por Erasmo en su Collectanea adagiorum, debió de ser un dicho común ya en el período clásico, no parece que fuera incorporado como otros durante el medieval. Siguiéndolo, es difícil saber si debemos ver al viejo como el niño por antonomasia o como alguien embarcado en una segunda niñez. La respuesta depende también de qué supongamos que prima en el niño, si la ingenuidad o la locura. Si ambas son intercambiables, puede que nos sea más comprensible ese pretendido doble apogeo de la niñez. En el intermedio podemos imaginarnos instalados en la razón y alejados de esos dos extremos, intentando ampliar la utilidad de nuestra vida a base de mitigar la inconsciencia. Podemos desde luego creer que vivimos ahí en medio razonablemente, pero no por ello dejamos de sentirnos navegando en esa movediza inconsciencia, tanto que frecuentemente nos preguntamos si hay en nosotros realmente sitio para la razón. Lactancio, en una más de las piruetas retóricas contenidas en sus Institutiones divinae, hace que el propio Séneca responda a quienes vivimos en esa duda: Non bis pueri sumus (ut vulgo dicitur), sed semper. Al parecer, pues, no somos dos veces niños, sino siempre. Lo que viene a ser tanto como decir que la consciencia sólo nos sorprende de vez en cuando, que la vida común es un continuo modo de imaginar cada día nuevas vidas, a cual más insensata, y de traspasar reiteradamente la barrera que nos separa de ellas en una suerte de inagotable diversión.

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