domingo, 16 de septiembre de 2012

Nunca encuentro esa palabra


El aburrimiento trae a cuento tonterías que luego uno exhibe sin recato. Tengo a veces capricho por las palabras y no ceso de pasmarme ante lo que, pese a su limitado número, pueden dar de sí. Y eso que aún podrían dar más estirando un poco lo que tenemos en el diccionario. Viene todo esto a colación de lo mucho que se podría obtener en castellano con ese mecanismo léxico de sustantivación del verbo. Todo el mundo sabe que de maldecir viene maldición, de abolir abolición, de eludir elusión, de admitir admisión, de restringir restricción y así sucesivamente. El diccionario habla de la voz maldición como acto de maldecir y remite a esta última para encontrarle explicación, dando a entender que primero fue el verbo y después el sustantivo que denota la acción. Esa es la regla, pero no es difícil encontrar casos en que no prospera y no hay acción efable asociada al verbo. Se dirá que sólo obliga en la tercera conjugación, pero incluso ahí hay numerosas excepciones, casos como presidir, proferir o referir. ¿Cómo expresar la acción de presidir un congreso? ¿Presidición, acaso? Pues no, hay que introducir un suplemento con el que puede quedar algo así como gestión de la presidencia. Para el segundo caso, proferir, podríamos hablar de emisión de una proferencia, si proferencia viniera en el diccionario. En el caso de referir aún resulta peor, porque el intento lleva a confundir en referencia el acto con el resultado de referir, lo que obliga posteriormente a crear expresiones como hacer referencia con significado similar al de referir. Pero donde las miserias se multiplican —por obra y gracia de una tradición más cómplice de la autoridad que del uso— es al intentar la inversión, es decir al acudir con naturalidad al verbo del que surgió la acción cuya palabra tenemos. Para esto los usuarios de la lengua, sus actuales propietarios, somos demasiado pacatos. Un caso evidente podría ser el de erupción. Para llegar a su verbo nos hemos tenido que crear una perífrasis, que ya parece obligada, con entrar en erupción. Vendrá el filólogo y me hablará de romper y de irrumpir, de ruptura y de irrupción. Sin embargo, no habiendo colisión entre irrupción y erupción, no veo por qué habría de haberla entre irrumpir y errumpir (ambas de erumpere). Como este caso los hay realmente a cientos y lo gordo es que los últimos en llegar al romanzado, los ingleses, nos dan constantes lecciones de audacia léxica. Por supuesto ellos no tienen problema para usar to erupt. A nosotros nos podría valer como solución el volcán ha errumpido, pero, si en nuestro tradicional oído el vocablo errumpido malsuena, digamos sin tapujos que el volcán ha irrumpido. Si con entrar en erupción ya hemos pecado de tímidos a la hora de buscarle verbo, podemos empezar a pensar en el caso de tener una erección y no digo entrar en erección no vaya a parecer soez, aunque para cualquiera de los dos circunloquios debería de servir el mismo verbo. No se queda corto el diccionario cuando presenta la erección como la acción de levantar, levantarse, enderezarse o ponerse rígido algo. Los ingleses dicen simplemente to erect. Pues bien, digamos nosotros en tal ocasión erigirse, así en reflexivo para que cuadre mejor con la situación. Si conjugamos el verbo, nos quedan expresiones impecables como se erige cada dos por tres o nada más verla se ha erigido. Y puestos a matizar, aún podríamos remarcar a quién le sobreviene la erección escribiendo se le erige o se le ha erigido. Podríamos festejar el nacimiento de estos dos nuevos verbos, errumpir y erigirse, procediendo a su combinación en expresiones tales como primero se le erigió y luego errumpió, que además de acuñar nuevos usos evitan soluciones tan verbosas como primero tuvo una erección y luego entró en erupción. En fin, hasta estas calenturas de tardes largas tienen en la fría gramática su triste colofón.

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