lunes, 16 de julio de 2012

Llegada a Temuco


Uno de los chamemules. Foto tomada de Wikipedia.
El bus entra en la dársena y nos deposita de madrugada en un gélido Temuco. Todavía no ha amanecido y la ciudad duerme envuelta en brumas. Las contadas luces que alcanzamos a ver nos hacen suponer que la coqueta estación rodoviaria en la que nos encontramos se encuentra algo alejada del centro de la ciudad. Lo más inmediato es una oscura e informe mancha de vegetación que desciende hasta nosotros con más decisión que su disperso caserío y de la que los vehículos escapan por una tenebrosa y estrecha avenida. La penetrante humedad y los ecos amortiguados del tráfico sirven de enigmáticos intérpretes a un bosque que apenas si se adivina todavía. Si todo está donde presumo, lo que ahí se yergue es el cerro Ñielol y quienes nos contemplan desde la oscuridad son los afligidos espíritus que aún lo habitan. Cuatro de ellos han logrado verse encarnados en chamemules, en esas estatuas totémicas mapuches que se alzan en el mirador cimero, desde donde vigilan el recto discurrir de quienes abajo, en la plana, hacen su vida.

La ciudad en la que nos adentramos dista seguramente mucho de lo imaginado aquel 8 de noviembre de 1881 por los miembros del consejo mapuche, cuando reunidos en parlamento en lo alto de ese mismo cerro y al pie de una frondosa patagua decidieron, seguramente quebrantados por el desigual combate con los huincas, abrir su territorio y compartir sus riquezas con los colonos que iban a llegar de más allá de La Frontera, de las regiones de Chile. Nadie sabe si hubo acuerdo formal entre el coronel Gregorio Urrutia, comandante de las fuerzas acantonadas en el fuerte de Temuco, y Venancio Coñoepán, lonko o máximo dirigente de los asaltantes. Sabemos que al fallido malón y al consejo en el cerro Ñielol les siguió días después un tácito armisticio, tras el abandono de Villarrica por las gentes mapuches y su posterior refugio en los bosques de la cordillera. A partir de ese momento los asentamientos coloniales se multiplicaron en torno al fuerte para ampliarse después a la franja entre los ríos Cautín y Toltén y extenderse finalmente por toda la Araucanía.

Nota del 25 de julio: El conflicto nunca terminó. La reclamación por parte de la comunidad mapuche de los latifundios constituidos en la Araucanía con fines de explotación forestal sigue siendo ignorada. Las continuas ocupaciones de estos predios vienen siendo duramente reprimidas. Juan Catrillanca, lonko de Temucuicui, situado a unos ochenta kilómetros al norte de Temuco, señalaba hoy a la publicación El Ciudadano: «Están allanando la comunidad de Temucuicui desde las 2 de la tarde de hoy. Algunos estábamos sembrando trigo cuando llegó la policía tirando bombas lacrimógenas y disparando balines de goma». El mismo medio informa de que ayer mismo se produjo en el palacio de La Moneda, a instancias de los latifundistas que reclamaban adquirir armas para su defensa, una ‘cumbre de seguridad’ con el presidente Piñera y el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, en la que «anunciaron el aumento del contingente policial en la zona del conflicto chileno mapuche y un Plan Especial de Seguridad».


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