jueves, 5 de julio de 2012

Del tiempo austral


Hablar del tiempo es siempre un poco socorrido y hacerlo por escrito es augurio de torpeza y de escasa originalidad. Pero, si recorres más de diez mil kilómetros y en unas horas pasas del verano tórrido a una ola de frío polar, el tema es como para comentar. Me dicen que lo de hoy no es normal, que el frío en estas latitudes australes de Santiago dura poco, que basta con que unos rayos de sol asomen y la neblina alta se disipe para que todo cobre un aspecto más animado y el ambiente se caldee hasta volverse normal. Me hablan sus habitantes, y esto es lo importante a efectos venideros, de que el tiempo de hoy se ha salido de toda norma. Sólo puedo añadir que con este tempero anormal parece como si el día nos buscara para el castigo; si lo que ha querido es dispensarnos la bienvenida, además de impertinente, ha resultado glacial.

Evidentemente la comida japonesa no ha consiguido sacarnos el frío del cuerpo, sólo el caldito de miso lo ha intentado contrarrestar. Al volver a la calle, la luz de media tarde empezaba a flaquear y nos avisaba de que debíamos abrigarnos para lo que estaba por llegar. Durante todo el día, la neblina y la humedad que la acompaña han resultado particularmente persistentes, por lo que el termómetro ha renunciado a subir. Para el ciudadano común, en este país de tremendos cataclismos, el frío no es motivo de emergencia sino un incordio más o menos pasajero. Nadie se lo toma realmente en serio, probablemente porque no viene acompañado de aguaceros, vientos, hielos, vamos, porque no trae un temporal. La nieve es sólo un adorno montañero que tampoco intimida, una amenaza visible pero que nunca llega, por más que cubra la cadena de cerros cordilleranos. Como la temperatura no suele caer por debajo de los cero grados no hay de qué preocuparse, nos aseguran. Y aún añaden, generalmente el invierno tiene aquí un pasar sosegado, sin sobresaltos.

A pesar de esas garantías, nos confiamos por hoy al abrigo de la estufa y abrazados bajo las mantas vemos irse finalmente el día. A la mañana siguiente nos enteramos de que para cuatro santiaguinos, sorprendidos a la intemperie por el frío en sus sueños, el día que se nos ha ido ha sido el último.


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