sábado, 28 de julio de 2012

La paz vegetal


Aquella noche a orillas del Pacífico, mecido por el vaivén de las olas, quedó sumida como un oscuro misterio dentro de mí. Creí entonces que el sueño era tanto como el olvido, que para disipar amenazas bastaba con soñar otros mundos. Ahora que he vuelto a mi mundo de siempre, comprendo mejor la torpeza de confundir sueño y olvido. Puede que el olvido no sea más que un remanso, cuyas aguas solo pueden remover las ondas infatigables del sueño. Confundir ambos es como condenarse a vegetar en una de esas atonías silenciosas. Mientras consguimos soñar, soñamos para rescatar de ese olvido todo lo que alguna vez deseamos y a aquellos a los que tanto quisimos.

No hay comentarios: