domingo, 8 de julio de 2012

Los parientes ultramarinos


Aquí todos tienen parientes en ultramar. No me refiero a los habitantes censados, generalmente víctimas de desmedida y casi ciega devoción por sus raíces europeas, sino a algo más prosaico y mucho menos mítico. Para comprobar esto de la parentela basta con bajar a la calle, que además de relajado mirador es para el viajero la primera fuente de observación, estudio e inspiración. Si la ciencia empieza ahí, ahí veía yo revolotear siempre el mismo par de pájaros. Uno que parecía un gorrión y otro similar al mirlo. A los dos los tengo muy vistos, y los que veía no me encajaban del todo. En medio del runrún del tráfico, no llegué a oírles cantar, pero eran lo bastante confiados como para poder ser observados de cerca.

El que parecía un gorrión me sorprendió con una insólita cresta y con una franjilla roja que le rodeaba el cuello como un collar. Raro ejemplar para gorrión, pero demasiado común por lo que veía. Me enteré después que por aquí le llaman chingolo y que su nombre científico es zonotrichia capensis. No es que no existan en Chile gorriones. El gorrión común, el passer domesticus, está presente sin demasiadas diferencias respecto al europeo por todo su territorio, pero no lo vi. Ese collirufo viene a ser, pues, otro pariente chileno de nuestro gorrión. Tampoco exclusivamente chileno, porque con diferentes nombres se avista, además de en Chile, en casi toda Sudamérica. Al segundo pájaro nunca llegué a verlo con certeza como un mirlo. Es verdad que el pico era amarillo y el tamaño parecido, pero el color era grisáceo y su porte era un poco más alzado. Tampoco lo oí cantar, quizá eso hubiera sido definitivo. Al preguntar, resultó ser también un tordo, como el mirlo, de nombre turdus falclandii, y aquí conocido como zorzal chileno. Para los argentinos, mira por dónde, es el zorzal patagónico, pero atendiendo al nombre científico y al origen de su clasificación bien pudo haber sido el zorzal o tordo malvino. Me recordó también algo a la malviz, el más común y silvestre de los tordos europeos, más que nada por las manchas oscuras del vientre, que aquí eran un poco más desvaídas.

Sin pretender ir de Darwin, pero puesto a extraer las pertinentes consecuencias científicas, empecé a sospechar que este cuento iba a repetirse en numerosas especies y que la mayoría de las que traía de allí conocidas tenían aquí uno o varios desconocidos parientes chilenos. Lo bueno de este mundo paralelo no es únicamente lo que se te ofrece para explorar, sino que a través de lo nuevo reconoces lo viejo.


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