martes, 3 de julio de 2012

Aquellas choperas


El resignado contempla el mundo a ojos cerrados, dejando que el aire libre le acaricie la frente y le sugiera sueños nuevos. Cualquier rumor que el viento trae es bueno: los chopos zarandeados en la ribera del ancho río le devuelven la frescura de los viejos tiempos, cuando acostado junto a aquella corriente mansa le revoloteaban ideas y futuros aventureros. Al rato vuelve a abrir los ojos para seguir leyendo. Es Karl Kraus, que con lacerante acritud le amonesta: «No me gustan los sonámbulos que siempre caen sobre el lado bueno». Levanta su dolorida mirada hasta abandonarla en un punto ciego. Pensándolo un poco más, debería aceptar que realmente nunca hubo espíritu aventurero, que fue siempre uno de esos sonámbulos, quizá el más resignado de ellos.

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