sábado, 27 de octubre de 2012

Zaratustra y los poetas


Seguramente la diatriba que Nietzsche pone en boca de Zaratustra contra los poetas, aquella en la que afirma que le hastían porque «enturbian sus aguas para que parezcan más profundas», tenía destinatarios directos. No sería difícil reconocerlos entre los románticos, pero sería absurdo dejarla pasar sin traerla a la actualidad. De las aflicciones y los lamentos ofrecidos entonces por los poetas como alardes y exhibiciones estéticas poco hay por aprender, salvo que mudan periódicamente su ropaje. Poca poesía cabe en esa arrogancia y esa vanidad sentimentales hoy también tan al uso. Ambas visten mal cualquier poso de tristeza, y nada hay más triste que el infame disfraz de poeta cuando se intenta ocultar sentimientos miserables. Sólo un poco de dignidad puede vestir adecuadamente esa tristeza, pero no es fácil hacer acopio, de hecho apenas si nos llega. Con este panorama es inevitable que la mirada del poeta se dirija contra sí mismo, siguiendo la pauta marcada por el filósofo. Él confía que esos espíritus hastiados expíen su banalidad sentimental y den paso a una nueva casta de poetas. Más modestamente, y por mera higiene, sería bueno que cada cual purgue de vez en cuando su conciencia. Y sería aún mejor que lo consiga sin castigar, destemplar o cargar a otras conciencias, ya se sabe, llevado de sentimientos «profundos y auténticos», de esos que lo hacen sentirse ante el resto poeta.

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