jueves, 8 de noviembre de 2012

La vieja partida


Amanece fría la esperanza
paseándose entre densas brumas,
yacen los valles ateridos
resignados a su rincón,
todo es pesadumbre
en la cruda luz que trae el día.

Donde las huellas acaban
se abren sospechas infinitas,
urgentes preguntas
abandonadas por la noche
se dirigen precipitadas
hacia el bosque acogedor.

Sabemos que se fueron,
a su marcha nos dejaron
enigmas embebidos
en ciegos magnetismos,
menos cuesta saber
por dónde se fueron
cuándo se fueron,
quiénes se fueron,
por qué se fueron.

Se fueron,
a sus imaginarias mañanas,
y nos queda la amarga tarea
de ver amanecer los días
velados por ese gris trastorno.

Siempre son sus pasos, al compás,
cuando el viento atraviesa el monte oscuro,
cuando irrumpen por nuestro camino
esas albas fantasmales,
esas luces tensas, doloridas.


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