miércoles, 18 de abril de 2012

Novela negra


«Una mujer ciega comenzó a escribir una novela sin percatarse de que su pluma ya no tenía tinta. Gracias a la policía científica que analizó la deformación de las fibras del papel hechas por la punta de la pluma, las 26 páginas blancas fueron salvadas» (Publicado en Le Monde, 16/4/2012).

Es verdad, se echa a faltar el «érase una vez». Presentado como noticia, el suceso desmerece algo al mostrar dos caras bien distintas, simbólica en su origen y convencional en su resolución. El periódico, rendido a la actualidad, subraya evidentemente la segunda con fervoroso aplauso para los avances de la técnica y la policía. No hay mención alguna, ni siquiera un paréntesis, para el contenido «en blanco» de esas 26 páginas. De hecho la noticia se incluye en las páginas de Ciencia. De la novela en ciernes podría decirse, seguramente con mayor justicia que de las cervantinas, que es una novela ejemplar. Siendo más rigurosos, deberíamos quedarnos mejor con el cuento, un cuento cuyo carácter ejemplar ha basculado del terreno moral al simbólico. Y lo digo sin amago de ironía. Ese ejercicio de escritura en vacío, sin lectores, con sus símbolos aún volátiles y equívocos, es fiel ejemplo de lo que se ve obligado a padecer cualquiera que se lanza a escribir una novela. Admito que es desolador ver cómo pasa en un instante a estado virtual lo que se tenía por real, pero ese cambio de estado no es exactamente una pérdida y menos aún un retorno al punto de partida. Como tantas veces en que se reclama providencial, la intervención de la ciencia pone el parche para que se vea la herida. Pero, aunque suponga un alivio retrotraerse a un estado seguro, ese auxilio tiene como efecto congelar lo escrito y desmontar nuevas salidas creativas para acabar devolviéndole al escritor, pasados los días, 26 páginas de un relato extraño e irreconocible. Y qué decir de la llegada de la policía a la llamada de socorro. Pues que su actuación, ejemplar aun sin crimen, no sólo destapa un pavoroso conflicto de seguridad donde ninguno había, sino que concluye con una singular novela negra, extraída de esas páginas en blanco.


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