sábado, 14 de abril de 2012

Adheridos


Lapa devorada por una estrella de mar. Foto: Ameliensee en Flickr
La adhesión inquebrantable, que tan fácil encaje encuentra en los llamamientos a la lealtad y la obediencia, ya sean soflamas patrióticas o arengas cuarteleras, debería de levantar sospechas a poco reacio que se sea a regímenes basados en espasmos voluntaristas, reclutas entusiastas y otras adicciones gregarias. Desgraciadamente, a juzgar por la audiencia de esas encendidas proclamas, los reacios nunca suelen ser mayoría, pero tampoco lo son quienes las alientan ni quienes las lanzan. Sus autores materiales se rigen normalmente por prosaico contrato y su contado número está ajustado a presupuesto. Son escogidos por su verbo fluido para decorar con urgencia las tristezas comunes. Esa «adhesión inquebrantable» es una muestra más, entre otras muchas expresiones, de cómo usan el empaste y hasta el engrudo emocional para atrapar corazones. Lo que en su fuero interno toman por un signo intolerable de fijación y condena intelectual lo ofrecen a su público con tintes épicos. En su paroxismo literario esa adhesión celebra sin matices el arrojo de quien nada arriesga y la abnegación de quien rehuye cualquier sacrificio. Afortunadamente todo tiene su reverso y a estos fieles nos es posible reconocerlos fácilmente en toda su doblez desde el enfoque opuesto, sin más que tacharlos de individuos «inquebrantablemente adheridos». Verlos despojados del aura heroica con que se les ha querido encumbrar no es una venganza iconoclasta, porque realmente jamás fueron héroes. Presentarlos ligados a su propio interés personal es, por el contrario, un sencillo ejercicio de justicia y de higiene lingüística que reconoce el valor de los desafectos y también de quienes quiebran por parásitas esas odiosas adherencias.

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