Tierna luz
para la espera que le alcanza
en su vidrioso rincón
en sí mismo y sin razón
de la que alimentar esperanza,
tierna cruz.
Tanta luz,
que azuza los ligeros sueños
agota con su algarabía
el paso de aquel día
en el que asume como dueño
tanta cruz.
Ciega luz
aterida frente a los fríos espejos
queda rendida a sus pies
pero reclama cuanto ves
y levanta al frente de su cortejo
ciega cruz.
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