lunes, 4 de junio de 2012

Palabras que olvidas


He dejado atrás palabras que un día fueron mis fiadoras amigas. ¿A cuántos tendría que explicar qué es «avieso», qué significado le doy a «envenenar», por qué prefiero «eludir» que «obviar» o por qué con un «quizás» abuso quizá hasta de mis dudas? Otras palabras revolotean ante mí, pero sólo son voces anodinas, que arrastro a mi charla con urgencia, sin haberlas llegado a elegir. Mi tono ha pasado a ser remiso y quedo, por temor a no acertar con ellas, y un poco monocorde y seco, como quien emite sin música ni sentido. Así que me oirás soltar las palabras como un murmullo inquieto y entrecortado, en el que cada silencio va seguido de un «yo quería decir», como si nada de fiar se hubiera dicho. Cuando ya no resuenan las voces que desde siempre te acompañaron, dejas de sentir como propia la lengua con la que fantaseabas, con la que departías y con la que amabas, y entregas tu áspero parloteo al vacío como un extraño gemido.

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