jueves, 28 de junio de 2012

El nuevo eje


Con el cambio de siglo, la historia ha pasado página y ha dejado atrás el viejo eje Nueva York-Londres. El cambio se lleva también la dorsal atlántica y su océano como eje de ordenadas. Los más observadores nos alertan de que las coordenadas mundiales ya no vienen referidas a esos ejes sino a unos nuevos. Es un hecho bastante evidente e irreversible que el eje horizontal está actualmente más próximo a la línea que une Nueva York y Hong Kong, y que la línea de distribución vertical atraviesa como meridiano el Océano Pacífico. Estas intuiciones suelen verse confirmadas como hechos de forma sutil y poco aparatosa. La mayoría no repararía nada sensible si, tras la subasta en Shoteby's del ajuar visigótico de Guarrazar o los bajorrelieves del Partenón, esos tesoros embarcaran con destino a un nuevo museo de cultura universal, en Seul por ejemplo, pero algunos lo percibirían como prueba de un claro viraje en la hegemonía económica. Hasta finales de siglo, los periódicos de los países marginales ofrecían una versión en inglés para intentar llevar su opinión a los foros mundiales de decisión. La situación parece haberse invertido y uno de los periódicos más reconocidos en habla inglesa, The New York Times, ha pasado a ofrecer una edición en chino.

Se podría tomar el traslado de ejes antes señalado como una declaración geopolítica de corte más bien especulativo, si no fuera porque hace tiempo que para nosotros tiene efectos bien visibles. No es que estemos exactamente fuera de onda, pero avanzamos hacia los márgenes del nuevo encuadre, nosotros y nuestro modelo social. Los voceros del neoliberalismo vienen avisando de que si queremos seguir a flote —estos vienen a ser los términos empleados— deberemos aceptar las nuevas reglas del juego económico que se practica. O presentamos en oferta mercancía novedosa o aceptamos para la resto de nuestra oferta las condiciones de producción que rigen para los demás, o sea las condiciones globales. Esto supone, en la medida en la que China progrese sin necesidad de mejoras sociales y con unas condiciones laborales sumamente competitivas, que no nos quedará otra que sinificarnos, que seguir el estilo productivo chino y sus consecuencias. Las pantallas, las defensas y las asimetrías históricas empiezan a ser inútiles. Mientras seamos consumidores entusiastas, los únicos que llevan real ventaja entre nosotros son los que transfieren bienes y servicios. El origen de la mercancía, el entorno en que se genera, el arraigo y buen hacer de sus operarios o la fidelidad a la marca comercial que los representa, todo lo que aún recuerda a la vieja artesanía, son detalles casi románticos cuando pensamos en términos de mercado. Países enteros se explotan, se esquilman y se abandonan con todos sus habitantes como si fueran tierra lleca. Pasados unos años en barbecho recuperan atractivo y merecen nuevo riego, porque tras ser forzados a la astenia, dicen los planificadores, consiguen dar sus mejores flores.


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