sábado, 2 de febrero de 2013

El besalomos


—Tenéis que acostumbraros a la mierda. Y a sacarle sabores, que se puede. Dentro de poco no habrá mucho más— dijo Mariano en su comparecencia pública mientras daba cumplida cuenta de un generoso bocadillo de lomo, ibérico faltaría más.

Al levantarse poco después uno de los presentes y señalar con el dedo, sin más pretensión que informarse de dónde había sacado la chacina, hubo en la sala rápidos movimientos del personal de salvaguarda. El resto del público, al eludirse toda respuesta sobre el origen del suculento bocado, se puso algo nervioso. Por prudencia elemental, se dijo, se cerraron entonces los accesos y el propio comensal fue rescatado y evacuado. Ya se iba en volandas, abrazando como una sagrada momia su companaje, cuando se volvió a ellos con gesto iluminado. A pesar de farfullar como era su costumbre, pero escupiendo a diestro y siniestro esta vez las miguitas, todos le pudimos entender:

—La información sobre mi escueta despensa la haré pública un día de estos, pero este bendito lomo no lo pienso compartir—. Y arrimando el morro al embutido lo besó con tierna unción.


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