viernes, 10 de febrero de 2012

Al servicio de la marca


¿Monarquía o república? ¿Unitaria o federal? Eso depende. ¿Cuál es la que más vende? A la hora de reinventarse como imagen-país, o como país imaginario, uno debe cambiar el viejo ropaje nacional y vestir su régimen social ante el mercado de marcas con la fórmula más competitiva, potente y creíble. No olvidemos que la marca es imagen de fiabilidad y que detrás de ella está la cotización del capital humano, cifrada en sencillos números que registran al minuto la capacidad y la seriedad de los anónimos que empujan. Realmente esto es lo que hoy vende, y no la historia. Nada de historias, cuando hablamos de las cosas serias. Los monumentos vetustos, las viejas luchas intestinas, la cultura de los antepasados, los funestos reinos de taifas sólo son reclamos para el turista. Lo que importa a la hora de hacer valer una marca es dejar oír una única, recia y firme voz. Y a estos efectos es mejor lucir músculo sacando a desfilar a la tropa bajo la sagrada bandera que ofrecer jergas, cocinas e idiosincrasias varias. Como el desfile no es para diario, mejor sustituir la tropa por una pequeña escuadra de lucidos gastadores a los que se destacará para batallar de falsete, como deportistas, en todos los torneos donde se cotice la marca. Serán ellos los encargados de mostrar al mundo, y a la clientela, lo que se compra. Se ofrecerán como ejemplo de los valores humanos ocultos bajo ese señuelo y como prototipos, según venga el cuento, de una ciudadanía sana, de un pueblo fuerte o de una raza brava. Que la nomenclatura rechine tampoco debería ser problema, pues comparado con los deportistas poco o nada aportan los derechos individuales o colectivos a esto del mercado de marcas. Estaríamos en realidad hablando de cuestiones menores, ligadas a un ordenamiento constitucional que por flexibilidad debería en todo momento ajustarse a la conveniencia. Esto hace a muchos preguntarse qué calificativo convendría al Estado en la marca España. El tema ha sido ampliamente debatido y no tiene respuesta fácil, por eso conviene sopesarla buscando la mejor renta comercial. Hoy se lleva mucho el Estado de derecho, aunque sospecho que mejor sería de cohecho, y si es impropio aún sería mejor el Estado de gracia. Ese estado ha ido calando hasta llegar a la cuestión medular de la marca y sus defensores. Véase si no al ministro García Margallo, tocado de lleno por la gracia, cuando a bocapronta, pero en castellano bien hueco, proclama: «Los deportistas españoles son un elemento importante de ese conjunto de activos que forman la Marca España al servicio de la imagen del país». Al respecto la Casa Real ha emitido un breve comunicado que concluye: «Como histórico pasivo de la marca y a los meros efectos del saldo positivo que me toque, suscribo, firmo y rubrico esa agudeza».

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