jueves, 22 de marzo de 2012

Cándido vuelve a su huerto


Oscar Sánchez. Foto de mongat.net
El de la foto es Oscar Sánchez, un lavacoches de Montgat que fue confundido por error judicial con un mafioso y extraditado a Nápoles donde fue condenado a 14 años de cárcel. Tras deshacerse el entuerto, hoy, casi dos años después, ha sido liberado, aunque nadie ha sido por ello públicamente reprendido ni se le ha resarcido de esas calamidades.

No sé si la gente encontrará su peripecia aleccionadora, a mí me lo parece. No es una peripecia moral, así que nadie debería buscar en ella el triunfo del buen muchacho frente a variados males y malos. Oscar se equivocó al creer que su identidad era canjeable y tenía venta en el mercado negro, quizá porque no la tenía en demasiado aprecio o porque no paraba de pensar en salir de Montgat y ser otro en un mundo distinto, en una realidad más benévola. Afortunadamente los 626 días de prisión y amarguras en tierras lejanas no han hecho de él un superviviente resabiado, sólo lo han hecho un poco más sabio. Tampoco es una peripecia épica, es la historia de un ingenuo y su aventura, algo que se agradece en tiempos en que tantos héroes de papel andan sueltos. Y es también la historia de sus amigos y protectores, para nada ángeles custodios, sino gente que tan pronto bebe cava como lágrimas.

En el episodio final, con su llegada a puerto, nuestro Cándido habla de su futuro con sencillez, poniendo el acento en su vida inmediata, señalando lo pendiente, lo importante y lo imprescindible. El cronista lo resumía así: «Lo primero que quiere hacer es visitar en el cementerio la tumba de su madre y dar un paseo "solo" para poder recapacitar. Ha añadido que desea volver a casa lo antes posible (lo que sucederá hoy mismo), ver un partido de baloncesto y tomar una cerveza tranquilamente» (El País, 22/3/12).


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