domingo, 2 de diciembre de 2012

Telón oriental


Cisnes nadando en el lago de Qinghai. Foto: Han Yuqing/Corbis
Probablemente ese inmenso y profundo cielo de color miel no sea sino un extraño fulgor, el efecto gratuito de alguna óptica engañosa. Quien quiera puede verlo como un telón imposible, que se abre de par en par al país de las maravillas. Otros, más cautos, adivinamos en esa oscuridad el destino inequívoco y volátil de toda ficción. Las imágenes siempre quieren reflejar hechos, pero acaban proclamando fantasías. Ninguna imagen parecerá completa si no invita a la conjetura. Nadie me sabe decir qué clase de negra geografía penetra suave pero implacablemente desde un extremo de ese horizonte meloso. Si nos rendimos al encantamiento vital de lo que frente a ella brilla, puede que no lleguemos a ver lo que se acerca como una sospecha, como el incipiente presagio de esa severidad que arriba acecha. Nadie me sabe decir si son cien, mil o diezmil los blancos cisnes que surcan indiferentes las aguas plateadas del lago. La armonía escapa a los números, tampoco sabe de mares profundos, la armonía es principalmente una cuestión de contrastes. Muchos creen que basta contemplar el delicado juego entre luces y contraluces para ver alumbrar lo armónico, cuando la armonía, si quiere ser verdadera, vivirá siempre suspendida, gravitando en medio del temor, como la paz amenazada que sobrenada esas aguas calmas.

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