jueves, 20 de diciembre de 2012

El supermono ofrece su protección


Tarzán, por Harold Foster
Incluso antes del Apocalipsis resplandeciente, corría ya la tropa apresurada a refugiarse en la espesura, bajo la tétrica sombra del impasible Tarzán.

Llegaron arcángeles nómadas que sin mejor tino ni oficio se asilvestraron; luego travestidos de humanoides se entregaron a segar cabezas díscolas.

De espinas armaron sus escudos y por detrás colocaron a los augures para que la sangre derramada ahuyentara entre conjuros cualquier signo de gloria menor.

Mientras vivían para el héroe, las aladas sombras hacían eco y se decían amigas, hasta que la tiniebla se extendió, todo se marchitó y el bosque entero calló.

Un grito despertó a la selva de su letargo, luego se oyeron las trompetas arremetiendo tormentosas y al final, bajo el diluvio, vimos desfilar temblorosos a los fieles.


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