lunes, 30 de abril de 2012

Retorno a mí


Como lector, me pongo de vez en cuando frente a mí mismo para conocer mejor el sacrificio que para el visitante ocasional, en este caso yo mismo, supone la sufrida lectura de estos tormentos episódicos y aburridos. En teoría los espasmos literarios de cualquiera, por mediocres que sean, ganan en garra si se muestran despiadados y suficientemente autodestructivos, en la creencia de que plantándose uno en su cruz traslada a los demás interesantes interrogantes. Sin embargo, esa convocatoria compasiva no siempre logra los apoyos deseados, más bien produce en el lector un fundado temor de verse atrapado en la vorágine, y también una extraña sensación de pudor violado al sentirlo compartido. Como cualquier otro lector, yo mismo me dirijo a los libros, más que a la pantalla resplandeciente, en busca de sintonía, de consuelo, de consejo o de ánimo, y en demanda urgente de algún gesto generoso y comprensivo. Pero, al entrar como autor en mi propio círculo lector e intentar con mis propias palabras animarme a mí mismo, la demanda de generosidad y comprensión se torna algo bien distinto. Frente a la pantalla siempre puede el lector pellizcarse con alivio para volver a ser autor indulgente, pero cuando seguidamente el autor se contempla como lector compadecido quisiera desembarazarse de tanta retórica frondosa y de todas esas complacientes palabras que lo ocultan de sí mismo.

domingo, 29 de abril de 2012

Hablar al peso


En la balanza del ejecutivo un kilo de adjetivos abulta mucho y sirve de poco. En su lógica ortodoxa, de los conceptos se pasa directamente a la acción y, si no prende, al insulto. Los calificativos y demás adornos sólo valen para ablandar conciencias o para montar excusas.

Mudanzas


Vemos los tiempos trenzarse en delicadas guirnaldas y al bufón arrojar obsequioso pétalos de gloria sobre los culpables. Si alguien escribe y recrea ese cuadro triunfal aguantando la risa, hará historia. A ese mar de falsas tintas no le faltarán horizontes, en los que veremos, en cuanto claree la aurora, asomarse a fabuladores, que con líneas muy ardientes y escuetas harán surcos pioneros y montarán en olas grandiosas. Quizá ese temporal traiga el único verso sincero, aunque nos sumerja en el torbellino, en los nuevos tiempos de cólera y zozobra.

sábado, 28 de abril de 2012

Palabra esquiva


Si una palabra aguardara nuestra llegada en medio de un laberinto, nos guiaría de entrada el eco y la certeza de haberla oído, nos asaltaría en el camino la duda de cómo reconocerla y encararla, y nos aliviaría quizá en pleno desasosiego suponerla perdida, mas cuando ya creyéramos tenerla, justo antes de pronunciarla, quedaríamos mudos y aterrados ante la posibilidad de olvidarla.

viernes, 27 de abril de 2012

Nuestros maestros cantores


Con el tiempo vamos conociendo la larga nómina de maestros nacionales pertenecientes a una categoría nueva e insólita. Hoy sale a la luz en prensa el nombre de Emilio González y se hace por fin justicia a quien puso ante los fogones a don Ernesto para enseñarle a preparar paella. A cuentagotas nos han ido llegando en estos últimos años los nombres de otros que como él, de forma desinteresada y anónima, le fueron adiestrando en tareas como pescar truchas, dar verónicas, beber cazalla en ayunas, cazar con liga o acodarse correctamente en la barra. Navarra particularmente, cuenta en esa lista con una destacada presencia de camareros, aldeanos, políticos, taxistas, compinches y aristócratas. La mayoría de ellos se ha contentado con contarlo a la cuadrilla, cuando realmente podrían exhibirse en los manuales de literatura como maestros del malogrado Ernesto Hemingway. La propia variedad de oficios representados en la lista nos hace ver lo verde que este hombre nos llegó de América, con poco más que sus plumas y una libreta. Ahora, pasados los años, podemos afirmar que, gracias a la callada labor de aquellos docentes, Hemingway a su paso por nuestras plazas, terrazas y tascas acabó por diplomarse en casi todas las suertes de la vida alegre. El balance de su legado no deja de resultar irónico. Mientras vivía, a pocos interesaban por aquí sus relatos, pero después de muerto y elevado a la gloria, poco han tardado los hijos de aquellos maestros en recuperar con fotos añejas su memoria para declararse a continuación acreeedores, un poco ruines, por aquellas lecciones jocundas y espontáneas de euforia.

jueves, 26 de abril de 2012

Mínima 1


Adivinar los males venideros es sencillo, lo difícil de verdad es saber cuándo llegan.

El humo pagará IVA


Madrid. De nuestro corresponsal.- El Gobierno tiene previsto aprobar mañana en Consejo de Ministros un decreto por el que se aplicaría un IVA del 25% a la venta de humo. Fuentes gubernamentales informan de que quedarán exentos de la medida los humos industriales cuyas cantidades y gravamen vienen regulados por la normativa internacional sobre emisión de gases invernadero. Han querido tranquilizar también a los fumadores, que quedarán excluidos al considerarse que, además de estar ya sujetos a otras figuras impositivas, con su actividad emisora no obtienen normalmente beneficio comercial alguno. Con el nuevo impuesto se pretende actuar impositivamente sobre uno de los escasos sectores que actualmente evoluciona al alza. Las primeras prospecciones apuntan a que el impuesto, aunque indirecto, tendrá su mayor impacto en amplios sectores de la política y de los medios de comunicación que la sostienen en este país. Las cifras que baraja el ejecutivo son de 2.000 millones de metros cúbicos, sólo en el Congreso. El grupo de trabajo que elabora el dictamen no ha cuantificado todavía la aportación del Senado, que se supone será modesta; no así las de las 17 cámaras autonómicas, donde según los primeros cálculos se prevén cifras sustanciosas. El gobierno está seguro de que estos contribuyentes, en un ejercicio de responsabilidad política que les honrará ante la ciudadanía, asumirán sin recelo, con esta nueva tasa sobre la venta de humo, su obligada contribución a los ingresos de la Hacienda Pública. Sin embargo, la respuesta entre los que van a pagar no es del todo entusiasta ni unánime. Mientras que en la prensa todos estos rumores, que venían de semanas atrás, han ido siendo recibidos con serena y contenida irritación, en círculos parlamentarios predomina la preocupación, por entender que la medida puede llegar a cohibir de algún modo la presentación y defensa de algunos proyectos de ley y de manera larvada puede socavar la libertad de expresión que, en palabras del presidente de la Alta Cámara, «tanto trabajo y sacrificio nos ha costado traer a este país». A pesar de ello, se muestran dispuestos a colaborar en este delicado momento, insuflando con la venta regular de humo, y la correspondiente liquidación del impuesto, una bocanada de aire fresco en el exhausto fuelle de la economía nacional. No obstante, esa carga fiscal podría atenuarse, en opinión de los portavoces de los partidos mayoritarios, con el aumento de la producción. Según sus estimaciones, en las dramáticas circunstancias actuales, el volumen total de ventas podría fácilmente incrementarse este año hasta un 120%, de lo que se deduciría una inyección de unos 3.000 millones de euros para las agotadas arcas públicas. La opinión no es compartida por algunos grupos minoritarios que ven en este nuevo tipo impositivo, de carácter indirecto subrayan, una forma de cargar una vez más sobre las espaldas de los más débiles el peso de la humareda que nos envuelve. Lo más imaginativo ha llegado del grupo parlamentario más moderno. Su portavoz se ha declarado dispuesta a contribuir «como la que más del entero suelo patrio» con un impuesto que grave todas sus emisiones, «me da igual que sean orales, axilares o anales». Convencida del potencial que todo esto esconde, ha propuesto al Gobierno que inste ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) la creación de una oficina que regule el mercado internacional de este tipo de emisiones. Indudablemente la aceptación de esta propuesta, para cuya sede sugería libremente Madrid Capital, nos colocaría, dada nuestra innegable capacidad productiva, en una posición inmejorable para reequilibrar nuestra castigada balanza de pagos. De momento el Gobierno mantiene silencio ante esta iniciativa para la internacionalización comercial del capital-humo y trabaja calladamente en la elaboración del decreto que gravará su venta en el ámbito fiscal de su competencia.


miércoles, 25 de abril de 2012

Golpe de elegancia


Abrir como un libro nuestra colmada cabeza ante un garrotazo limpio y bien templado es un gesto de generosidad espontánea, a veces el último, que no suele aprovechar ni entender quien lo sacude, y bien poco gratificante para quien quiso enseñar maneras y se devana en vivo la sesera.

Trabajos policiales


Al habla la Policía: «Queremos promover la participación ciudadana al 100%, al tiempo que queremos preocupación ciudadana al 0%». Con ese redondeo de números, la declaración quiere pregonar, aunque con énfasis algo sobrado, la cruzada abierta contra «el vandalismo y los elementos antisistema». Habida cuenta de los antecedentes obrantes sobre la policía —o sea, los auténticos antecedentes policiales—, me temo que en ese saco se meta a bulto a quienes simplemente no son afectos al sistema, causen estragos o no. De entrada sorprende ese binomio de participación y preocupación presentado a la ciudadanía. Como un desliz natural la policía sugiere que el aumento de esa participación irá en detrimento de la preocupación y por tanto en beneficio del bienestar. Si tenemos en cuenta el método de participación habilitado, ese que coloca fuera de limbo y acusación legal a toda una galería de personas fotografiadas, en búsqueda y por identificar, mejor sería hablar de delación o de acusación confidencial. Y por el otro lado, deberíamos hablar, más que de preocupación, directamente de miedo. Pero no ya por los que andan sueltos, que volverán al escenario de sus dañinas hazañas, sino por los que nada tienen que ver con ellos y pueden ser incriminados. Es difícil que la ciega tolerancia 0 —por emplear esa jerga total— nos lleve en volandas a un estado de beatífica preocupación 0. Más probable será que la intolerancia y sus métodos de participación animen un estilo de ciudadanía que, al amparo de la policía, nos devuelva a la absoluta despreocupación social. Volveremos a oír aquello de «si lo han cogido, algo habrá hecho», y si no lo han cogido, lo haya hecho o no, cogeremos el teléfono mientras le comentamos al colega «¿no fue ése el que se nos puso farruco el día de....?». Nunca pondría objeción a una mayor participación ciudadana en asuntos públicos, pero no es este el el caso. Aquí en realidad se llama a la ciudadanía a participar en un escarmiento preventivo y a realizar trabajo policial por cuenta ajena.

martes, 24 de abril de 2012

Parapegma


Thermae Traiani parapegma, según copia
del Kunstgeschichtlichen Museum, Universität Würzburg

No creo que pueda convencer a nadie de la importancia de los parapegmas. Así que no pienso intentarlo. No obstante, sería casi delito no contar en estas entradas con una mención a los almanaques griegos, que marcan el camino a los que después de ellos han venido. Lo que arriba se muestra es un grafito romano, aproximadamente del siglo IV, que se encontró en las termas de Trajano y que sigue el patrón de los parapegmata griegos. Estos diseños servían como calendarios, pero también como base para el pronóstico astrológico y meteorológico. En el de arriba, el papel descriptivo de los dibujos se completaba con una serie de orificios que permitían señalar los tres datos básicos del calendario: el día de la semana, el día del mes y el propio mes en el año. Cada uno de los tres se señala introduciendo una clavija en el orificio correspondiente. El conocimiento de estos ciclos astronómicos básicos daba pie a conjeturas sobre cuestiones más prácticas y cotidianas. De este modo en torno a los ciclos fiables y bien registrados se iban creando, con correlaciones aventuradas, ciclos previsibles acerca de otros temas como la evolución meteorológica de las estaciones o las fechas de siembra y recolección.

El diseño cumple con su función de mostrar los términos que definen la fecha. El centro lo ocupa una representación de la órbita zodiacal, con sus 12 signos sobre los correspondientes sectores, cada uno de los cuales se subdivide hasta dar en total 24 orificios. Un icono y la letra inicial los identifican. Como origen del año se tomaría el radio superior, que deja a su izquierda a Aries. Consecuentemente, se entiende que el avance temporal es contra las agujas del reloj. Gracias a estos segmentos, que cumplen un papel similar al de los meses actuales, se puede registrar la posición del día en el ciclo anual. En los dos laterales se numeran los días del 1 al 30, dando tamaño uniforme a los meses del calendario juliano. Por último, en la parte superior se muestran las figuras de los siete dioses bajo cuya advocación se presentan los días de la semana. Cada una de ellas se presenta con el instrumento o rasgo que le caracteriza y que más tarde, en representaciones posteriores, se convertirá en su símbolo. Saturno inicia la lista al representar, como el Cronos griego, el origen del tiempo humano. En su mano empuña la hoz con la que castró a su padre Urano. A continuación el Sol aparece rodeado de rayos, la Luna presenta dos cuernos, Marte blande una lanza y se cubre con casco guerrero, Mercurio luce su caduceo, Júpiter muestra un haz de rayos y Venus no tiene nada aparente.

Aparte de la simbología sorprende un poco la disposición, el orden en que los dioses aparecen: Saturno, el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus. Aunque empieza por el sábado, el orden es similar al actual y bien distinto del que «los planetas» tienen en el firmamento. Ni siquiera coincide con el que establecen sus tamaños o distancias, ni ahora ni en la época romana. En el orden planetario grecorromano, regulado por la proximidad a la Tierra fija, el Sol ocupa la posición central. Por encima se sitúa una jerarquía divina en orden genético, con Saturno el primero, su hijo Júpiter después y el hijo de éste, Marte, seguidamente. Por debajo el ámbito se feminiza con Venus y la Luna rodeando a Mercurio. El orden resultante, el orden planetario de los romanos, sería: Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna. Para pasar de éste al semanal hay que ir asignando a cada una de las 24 horas su propio dios, siempre siguiendo este orden. Si a la primera hora del primer día le asignamos Saturno, a la vigésimo quinta, que es la primera del segundo día, le correspondería el Sol, a la cuadragésimo novena la Luna, y en ese orden irán apareciendo Marte, Mercurio, Júpiter y Venus. O sea, el orden semanal: sábado, domingo, lunes, martes, miércoles, jueves y viernes.


lunes, 23 de abril de 2012

Actualidad de la síntesis


Resumir y resolver, recortar y eliminar, navaja y trabuco. Empuñando estas herramientas, los expertos acuden a nuestro purgatorio a trabajar, según la tradición dialéctica, por una sana síntesis.

domingo, 22 de abril de 2012

¿Decidimos, o no sabemos?


A pesar de que el volumen de datos a nuestro alcance parece enorme, es complicado estimar si la información de la que disponemos es mucha o poca. Generalmente estimamos que es escasa cuando nos urge tomar una decisión, y tanto más escasa cuanto más importante sea esa decisión. Se diría que nuestra percepción del volumen de información y de la urgencia de su empleo funciona en proporción inversa: a mayor necesidad, menos nos parece que sabemos. El asunto es aún peor, porque en las escalas de medir información y urgencia las referencias nunca están claras. Como punto de referencia para lo que tenemos que saber nos solemos fijar en lo que en cada momento necesitamos, rara vez en lo que ya sabíamos. Esto viene a demostrar que, pese a que el conocimiento es acumulativo, es determinante en su adquisición el apremio inducido por otros factores tales como la necesidad, o en otros casos la emulación o la belleza. Valoramos sobre todo la capacidad de colocarnos rápidamente a la altura de los acontecimientos, lo demás nos parece un beneficio regular de carácter vegetativo. En el aprendizaje apreciamos más la aceleración o la flexibilidad que la velocidad o la regularidad, sin reparar demasiado en esos períodos en que el conocimiento, movido por el desánimo, decae o se enturbia. De ese aprecio por la aceleración del aprendizaje se hace además un valor absoluto, del que se espera crecimiento continuo con independencia de su repercusión en otro tipo de capacidades personales.

He querido subrayar estas tendencias del conocimiento en su evolución, para oponerlas a lo que sucede con nuestros márgenes de decisión personal. Para ciertos ámbitos de decisión, pienso en los más personales, el conocimiento útil parece quedar fijo y estañado en nuestro carácter pronto. Sin embargo, cuando las decisiones comprometen otros ámbitos, digamos de orden social, los conocimientos se organizan e inculcan con arreglo a planes de estudio más o menos tradicionales. En teoría son muchos los jóvenes a los que cada año se declara competentes para tomar decisiones complejas, alejadas de lo estrictamente personal. Pero es notorio que la mayoría no llegan a decidir más que de forma muy discreta y ocasional, y casi siempre sujetos a enmienda sin revisión. Se nos asegura que con el voto es diferente, que la delegación de nuestra voluntad política es una decisión genuina que debe colmar nuestro interés de participación social. Para muchos no es así, y ven su voluntad muy por encima del restringido interés que los representantes le conceden. Esto es más evidente cuando las cuestiones sobre las que se decide son de su interés, porque la capacidad de decisión que mantienen, delegada a través de su voto, les parece mínima e irrelevante. Incluso inmerso en una mayoría parlamentaria, el voto, como cota superior de decisión política, es ridículo para quien dedica media vida a formarse en la asunción de decisiones o para quien ha sabido afrontar decisiones personales comprometidas. La desproporción entre el nivel de decisión —de participación se denomina— ofrecido por el sistema y el nivel de conocimiento que se nos exige para mantenerlo es manifiesto. Del estado de necesidad habría que esperar cambios, porque agudiza esa desproporción. Por el momento no viene siendo así. En vez de corregirse el desequilibrio, comprobamos que el aumento del conocimiento en boca de portavoces autorizados, y no una expresión amplia de la voluntad, es tomado como la única palanca regeneradora del sistema.


sábado, 21 de abril de 2012

De los laureles


El ruido de los laureles atraviesa ansioso los sueños para muy de mañana presentarse musicado a su dueño.

jueves, 19 de abril de 2012

Horarios varios


Frente a una pared las horas parecen planas, frente a un paisaje avanzan tortuosas, frente al mar se adivinan profundas, pero frente al espejo resultan absurdas.

miércoles, 18 de abril de 2012

Novela negra


«Una mujer ciega comenzó a escribir una novela sin percatarse de que su pluma ya no tenía tinta. Gracias a la policía científica que analizó la deformación de las fibras del papel hechas por la punta de la pluma, las 26 páginas blancas fueron salvadas» (Publicado en Le Monde, 16/4/2012).

Es verdad, se echa a faltar el «érase una vez». Presentado como noticia, el suceso desmerece algo al mostrar dos caras bien distintas, simbólica en su origen y convencional en su resolución. El periódico, rendido a la actualidad, subraya evidentemente la segunda con fervoroso aplauso para los avances de la técnica y la policía. No hay mención alguna, ni siquiera un paréntesis, para el contenido «en blanco» de esas 26 páginas. De hecho la noticia se incluye en las páginas de Ciencia. De la novela en ciernes podría decirse, seguramente con mayor justicia que de las cervantinas, que es una novela ejemplar. Siendo más rigurosos, deberíamos quedarnos mejor con el cuento, un cuento cuyo carácter ejemplar ha basculado del terreno moral al simbólico. Y lo digo sin amago de ironía. Ese ejercicio de escritura en vacío, sin lectores, con sus símbolos aún volátiles y equívocos, es fiel ejemplo de lo que se ve obligado a padecer cualquiera que se lanza a escribir una novela. Admito que es desolador ver cómo pasa en un instante a estado virtual lo que se tenía por real, pero ese cambio de estado no es exactamente una pérdida y menos aún un retorno al punto de partida. Como tantas veces en que se reclama providencial, la intervención de la ciencia pone el parche para que se vea la herida. Pero, aunque suponga un alivio retrotraerse a un estado seguro, ese auxilio tiene como efecto congelar lo escrito y desmontar nuevas salidas creativas para acabar devolviéndole al escritor, pasados los días, 26 páginas de un relato extraño e irreconocible. Y qué decir de la llegada de la policía a la llamada de socorro. Pues que su actuación, ejemplar aun sin crimen, no sólo destapa un pavoroso conflicto de seguridad donde ninguno había, sino que concluye con una singular novela negra, extraída de esas páginas en blanco.


martes, 17 de abril de 2012

Aficiones


Jalear a un rey es una afición indecorosa, vituperarlo no te libra de ella.

Doblete de gala


Para renovar la monarquía, que a ojos vistas se agota, convendría mirar a fórmulas de éxito. Estoy pensando en la policía, como autoridad directa, y en ese juego de sometimiento, alimentado por sus versiones fuerte y débil. Sorprende que no proliferen diarquías, constitucionales naturalmente, con dos cabezas dirigentes simultáneas, una que haga el papel de bueno y otra el de malo. Sus disputas mejorarían el espectáculo y no andaríamos confundiendo amor y odio en el mismo individuo.

lunes, 16 de abril de 2012

La vida en un día


Mi vida me empieza a recordar a aquella otra que en una sola jornada viví. Fue un día breve e intenso. Desperté eufórico y para mediodía ya había visto todo lo que importaba a mi alrededor. Tan maravillosa como la comida resultó la siesta. Incomparables ambas y difíciles de describir. Una tristeza tremenda me acometió después al quedarme a solas. Necesitaba un poco de aire y me fui hacia la ventana. Con ella abierta llegaron risas y trinos del jardín cercano, hasta que todo se hizo ruido. Así que me encerré para ver una película y leer luego algo. No aguanté mucho. Pasado un buen rato incluso dejé caer el libro. Mejor que las imágenes, pensé, el recuerdo de lo visto por la mañana. Comprobé que la mayoría de las cosas ya se me habían olvidado, seguramente las mejores. Si quería revivirlas, no tenía otra que intentar soñarlas, que dormir calmadamente hasta que aparecieran de nuevo. Mientras, en la habitación, la espesa atmósfera ahogaba aquella frescura mañanera, y me fui quedando cada vez más mohíno. Acostado en mi cama, vi cómo la luz menguaba y sentí que me invadía un terco sopor. Volé entonces hasta perder de vista aquel memorable día. Hoy lo rememoro, por si mañana lo olvido. Comparada con aquella jornada, la vida entera se ve más ancha y propensa al desvarío: mucha mañana, alguna comida y poca siesta. Las tardes que se me entregan, pronto se esfuman entre tanto libro. A ratos me animo a contarlo por escrito, más lo que revivo que esos sueños que espero llegar a vivir.

sábado, 14 de abril de 2012

Adheridos


Lapa devorada por una estrella de mar. Foto: Ameliensee en Flickr
La adhesión inquebrantable, que tan fácil encaje encuentra en los llamamientos a la lealtad y la obediencia, ya sean soflamas patrióticas o arengas cuarteleras, debería de levantar sospechas a poco reacio que se sea a regímenes basados en espasmos voluntaristas, reclutas entusiastas y otras adicciones gregarias. Desgraciadamente, a juzgar por la audiencia de esas encendidas proclamas, los reacios nunca suelen ser mayoría, pero tampoco lo son quienes las alientan ni quienes las lanzan. Sus autores materiales se rigen normalmente por prosaico contrato y su contado número está ajustado a presupuesto. Son escogidos por su verbo fluido para decorar con urgencia las tristezas comunes. Esa «adhesión inquebrantable» es una muestra más, entre otras muchas expresiones, de cómo usan el empaste y hasta el engrudo emocional para atrapar corazones. Lo que en su fuero interno toman por un signo intolerable de fijación y condena intelectual lo ofrecen a su público con tintes épicos. En su paroxismo literario esa adhesión celebra sin matices el arrojo de quien nada arriesga y la abnegación de quien rehuye cualquier sacrificio. Afortunadamente todo tiene su reverso y a estos fieles nos es posible reconocerlos fácilmente en toda su doblez desde el enfoque opuesto, sin más que tacharlos de individuos «inquebrantablemente adheridos». Verlos despojados del aura heroica con que se les ha querido encumbrar no es una venganza iconoclasta, porque realmente jamás fueron héroes. Presentarlos ligados a su propio interés personal es, por el contrario, un sencillo ejercicio de justicia y de higiene lingüística que reconoce el valor de los desafectos y también de quienes quiebran por parásitas esas odiosas adherencias.

viernes, 13 de abril de 2012

Viento y fuga


Allá donde el viento azota crudo
un oscuro tribunal de piedra se reúne,
que ante el resplandor del rayo
delibera suertes y decide
implacable destino al fugitivo
abriéndole los cielos en castigo.


martes, 10 de abril de 2012

La princesa india


A quien se pasea junto a los muy recios muros de los palacios, iglesias y conventos del antiguo Cáceres, nada le hace imaginar que en las alturas puede encontrar algo más que la absolución de sus pecados y menos aún que en ellas puede haber sitio para la sensualidad y el desenfado. Por mucho que prometan, bien poco deparan sus ventanas enrejadas, sus balcones cerrados o sus galerías vacías. A nada conduce plantarse frente a ellos, porque nadie se va a asomar para regalarte ni una mirada ni una sonrisa. Tan apretado y hermético se ha quedado el monumental caserío de la ciudad vieja, rodeado de su muralla, que apenas cabe dentro un soplo de vida. Sólo los turistas desfilan circunspectos por sus plazas y callejas poniendo la barbilla en alto y llevando su folleto en mano. Por las salas, patios y habitaciones interiores cruzan como sombras curas, militares y funcionarios, para quienes esos edificios son hoy un dominio exclusivo. Da la impresión de que cuanto más grueso se ha ido haciendo su caparazón granítico, más hueco suena todo en su interior, como si de todo ese rígido y reticulado espacio hubiera sido desterrada cualquier alegría.

Dicho esto, ¿y si te anunciara que por la calle de la Amargura se sale de ese ambiente plomizo a una amplia plaza, quizá la más luminosa, donde una sobria portada se abre bajo un friso que sostienen dos airosas columnas toscanas? En medio de todo, supongo que eso te parecería un respiro. Pero, si además levantas la vista, puede que incluso te arranque un suspiro y que te sorprenda descubrir en una de sus enjutas un medallón en el que luce una joven y radiante princesa india. Para mayor sorpresa el palacio que la exhibe no es el de un noble ni el de un indiano. La leyenda del friso dice que estás ante la sede episcopal mandada levantar en 1587 por el obispo de Coria Don García de Galarza. En el ángulo izquierdo, al otro lado de la puerta, encontramos un segundo medallón. La figura que se enfrenta a la de la princesa es la de un anciano sumido en una especie de torbellino. Con él se completa la simetría y se entra en un juego interpretativo abierto a las metáforas.

Medallón bajo el friso de la
portada del Palacio episcopal de Cáceres
En toda metáfora caben lecturas, pero si dos son sus apoyos da además para los contrastes. De derecha a izquierda la lectura parece seguir al sol, radiante de mañana y declinante en el ocaso. Para leer en esa dirección, sólo hay que contemplar el exuberante tocado de plumas de la princesa, antillana o maya quién sabe, y la trepidante espiral que envuelve al anciano. Lástima que la orientación de la fachada no respalde esa lectura. Nos queda, sin embargo, el contraste entre lo viejo y lo nuevo, que es más evidente. Ahí se impone la dirección del tiempo para hacernos seguir el rumbo convencional de izquierda a derecha. En otro orden, algunos han tomado a la princesa como símbolo de la fecundidad del nuevo mundo al hacer ostensibles sus atributos y fijarla en un gesto de placentera lasitud. Esa visión se acrecienta cuando contemplamos a su oponente, en el que todo parece más problemático y crispado, como si el viejo mundo se mantuviera empeñado en seguir a flote para no desaparecer. Hay detalles que poco a poco se incorporan para afinar en la interpretación. Si se observa con atención al anciano, se apreciarán en él rasgos orientales. Esto permite ver el conjunto como reflejo panorámico de las Indias por entonces recién descubiertas, de las orientales en el atribulado anciano y de las occidentales en la exuberante hembra.

Pero, más allá de esa conjunción de geografías, ambas imágenes evocan el tránsito vital, un tránsito potenciado por la innegable fascinación de la representación. Es probable que el anciano fuera asimilado por la mayoría al viejo mundo, pero es seguro que la princesa personificaba ante todos a América como tierra fértil y pródiga. Por entonces había ido creciendo a este lado del océano, en medio de la miseria, un mito fecundante que cifraba toda esperanza de futuro en las Indias. Una vez sometidos sus príncipes y caciques, de Hatuey a Moctezuma, entraron en la historia sus mujeres. Más allá del caprichoso y siempre escaso oro, en ellas se quería confirmar una posesión inmediata, muchas veces la última. Cortés lo intentó con la intrigante Malintzin, que gobernó como pocas, sin llegar a ser nunca suya. Quiso después investirse de aires regios con Tecuichpo, mujer del vencido Cuauhtémoc, hija del propio Moctezuma. Quizá ninguna otra haya representado mejor que ella el empuje de la nueva progenie americana. A su vida irán llegando uno tras otro hombres que se verán rebasados como sucesivos jalones en su camino. De su quebrada dignidad resurgirá un dominio soterrado y sutil a medida que crece su descendencia mestiza. Finalmente, un aura de respeto la envolverá para que sea recordada, con el nombre de Isabel de Moctezuma, como la última princesa de las Indias.


domingo, 8 de abril de 2012

Miseria


No sé si condenados a la miseria nos volveremos más dóciles o más voraces.

sábado, 7 de abril de 2012

Ruido y disfraz


Delirante fe que combina fanfarrias, tambores e imágenes con furiosa penitencia y convierte ese tumulto en un «clamor generalizado de sentida devoción popular». ¿Tan difícil es serenarse y mirar por un momento un poco más aquí de ese alborotado más allá?

viernes, 6 de abril de 2012

Los puentes


Los verás con el brazo al frente señalando con rapidez y convicción puntos dispersos en el vacío. Los orates forman una especie abundante, regularmente distribuida y claramente sobrestimada por la multitud. Son aquellos que frente a la duda pontifican y encima creen que tienden puentes. Más raros, pero preferibles, son los magos. A nadie engañan del todo cuando ahogan dudas llenando el paisaje de sinuosos ríos en vez de pantanos, a nadie en realidad intentan convencer para cruzarlos. Sabemos que para esa travesía de puentes hay que ganarse el trato de otra gente, la más huidiza y escasa, los sabios. A diferencia de los orates, a estos es difícil encontrarlos. No nos queda otra entonces que seguir recorriendo las orillas, estimando las anchuras y buscando los vados, hasta que veamos el día en que ni siquiera necesitemos sabios.

jueves, 5 de abril de 2012

Gente libre


Escuchemos la autorizada opinión de Adam Sfinter, analista senior del prestigioso Instituto para el Recambio Humano: «Vive demasiada gente suelta como para andar preocupándonos por la suerte de cada uno. Y mejor que sigan libres, que no sean la típica carga para el resto, porque así podremos disponer de ellos ofreciéndoles alguna tarea según convenga. La libertad siempre es productiva, al menos siempre que sepamos jugar con ella».

miércoles, 4 de abril de 2012

Estampa de sofá


Era emocionante verlo. Se dejaba el alma en cada bostezo.

A caballo


«Esto no va a ser sencillo» acertó a decir mientras se asomaba con semblante fúnebre por encima de las sábanas. Sus manos se aferraban a ellas como si fueran las crines del pánico, no sabiendo si en la estampida que se avecinaba emprendería un vuelo o una galopada.

martes, 3 de abril de 2012

Negocios



Nada que ver con la suerte; si tienes la máquina, es cuestión de fabricar más boletos, y si se estropea, de suspender el sorteo. Con el chisme en tus manos, eres muy dueño: O rebajas a tu gusto los retornos o montas un incidente técnico.

Lo discreto y lo continuo



Lo que sucede a ritmo constante a lo largo del día, cada uno lo percibe a su modo generando una serie temporal y discreta de hechos. Se suman a esta cadena recuerdos y previsiones personales, y de vez en cuando alguna idea suelta. Sin más argumento cotidiano que esos chispazos discretos y excepcionales, nace como amalgama general una luminosa corriente continua de noticias y análisis. Paradójicamente ese régimen de información masiva y permanente nos empuja a un complaciente estado de ilusión. Nadie parece dispuesto a dudar de que el noticiero inagotable refleja la realidad de los hechos ni de que los análisis peregrinos representan la verdad científica. Envuelto en esa sutil ilusión el mundo informativo consigue clientela que la mirada cruda y la visión incómoda nunca lograrían.

lunes, 2 de abril de 2012

Verdades dormidas


La verdad nunca será una amenaza para el silencio, que le ofrece sustento y compañía. Lejos de él su porvenir es verdaderamente incierto. Quien la proclama como propia se entrega furibundo al ruidoso deber de acallar cualquier mentira y quien la comunica como ajena se ve obligado a defender esa revelación con voz propia. De no hacerlo así, esa verdad de poco les valdría, porque no puede llegar a ser verdad lo que nunca se pronuncia.

domingo, 1 de abril de 2012

El valor de lo infame


Poster de El verdugo de L. Gª Berlanga
A lo largo de su vida, truncada en 2008 a la edad de 77 años, Fernand Meyssonnier consiguió atesorar una importante colección de instrumentos y documentos relacionados con la tortura. Las 350 piezas reunidas iban a ser subastadas la próxima semana por deseo de la familia, que encontraría de este modo la ocasión de deshacerse a buen precio de ese terrible botín. Finalmente la subasta pública fue suspendida anteayer. Supongo que la publicidad conseguida con esta suspensión permitirá una aproximación más discreta de los compradores al catálogo y ventas igualmente satisfactorias.

El hecho ha desatado opiniones diversas. Un sector de opinión coloca la prohibición en la corriente imperante de lo políticamente incorrecto y reclama la exhibición de toda esa fábrica de dolor como el mejor modo de asumir con normalidad el lado más atroz de la historia. Otro sector entiende que esos objetos evidencian conductas que, si en la actualidad permanecen soterradas, son lo bastante peligrosas como para evitar alentarlas al proponer esos dispositivos como mera mercancía. Rodean además a este asunto detalles que lo hacen aún más preocupante.

Generalmente un coleccionista vive su pasión obsesiva creándose con ayuda de ciertos objetos un mundo exclusivo y encerrándose no pocas veces en él. No es un detalle menor que Meyssonnier ejerciera como verdugo entre 1957 y 1962 en plena guerra de Argelia, alcanzando el pavoroso registro de 198 ejecuciones. Seguramente es imposible discernir en él o en los militares entre el celo profesional y la pulsión personal. Su actuación fue, según dicen, legal, pero con su colección Meyssonnier parece llevarnos sin pudor al tenebroso extrarradio de su profesión. Juzgarlo por la colección, por su fetichismo o por esa vocación, es inútil, pero atenuar el poder banalizador de lo que se quería poner en oferta, no.

Hay otro aspecto incuestionable, que muchos han subrayado. No es lo mismo disponer todo ese patrimonio en una muestra que realce su significación histórica y cuestione su legitimidad, que ofrecer esas piezas al mejor postor para convertirlas en objeto de un morboso culto personal. Que el culto sea privado, que quien puja diga sentirse atraído por la singularidad artística, por el carácter histórico, por la excelente mecánica o por la potencia funcional y amedrentadora del artilugio no parece argumento suficiente. Sería terrible que apoyándose en todos esos argumentos se exhiban esos aparatos como si tuvieran un valor apreciable y que el único asunto discutible sea el precio alcanzado en la subasta.